CORREPASILLOS
Los últimos rayos solares se filtran tras la ventana de la
habitación mientras yo me mantengo tímido en el rincón justo al lado de una
gran cesta de mimbre. La mayoría de mis compañeros de aventuras viven dentro
revueltos tal y como los dejó hace unas horas la criatura. Yo que aún soy un
novato para estas lides me abstengo de entrar en sus conflictos y
conversaciones.
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A ver –dice el tractor – que no tengo sitio ni
para estirar una rueda…
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Deja de quejarte—responde una pepona
considerable – que desde el día que te liaste en mi pelo yo siempre pongo
distancia…
Al principio, bueno desde el día que llegué envuelto en
papel de celofán y con un lazo amarillo en mi cuello. Me sentí feliz porque por
mis dimensiones era imposible que me colocaran en la cesta. Y aquí estoy quieto
y callado esperando que llegue Carla para jugar un ratito con ella.
El largo pasillo permanece vacío mientras los padres
trabajan, supongo que eso de trabajar es irse casi cuando amanece y volver cuando
el sol está por ponerse. Por lo poco que sé mi compañera de juegos, sopló dos
velitas el día que yo llegué y según he escuchado hace muy poco que empezó a ir
a un lugar al que llaman guardería. A lo largo del día, el silencio solo se ve
interrumpido cuando los de la cesta discuten o cuchichean. Casi al final del
día, escuchamos desde la entrada del pasillo el alboroto provocado por las
preguntas de la cría dichas a media lengua. Poco después, como suele suceder
cada tarde y sin venir a cuento, deja de lado respuestas y merienda y entra
cual tumulto en su habitación, se acerca a mí y dando saltos de alegría deja ir
un sonoro:
--¡Aúpa! Mami ¡aúpa!
Unos brazos delicados posan a la niña encima mío, entonces ella
sale empujándome con sus pequeñas piernas hacía el pasillo. Se impulsa con
fuerza una y otra vez haciendo que mis ruedas se estampen contra la pared y
algunos de los muebles. Vuelve al inicio y vuelve a impulsarme mientras grita y
ríe a la par.
--¡Más, más, patito feo!
Pelo al viento,
mientras yo rocín con forma de pato subo y bajo en la estrechez del pasillo. A
veces el viento parece empujarnos y solo puede frenarnos el muro de la pared.
Cuando siento que el golpe es inminente los dos cerramos los ojos. Carla ya es
experta en heridas y rasguños, pero no hay nada que una buena tirita no pueda
curar. Por mí no hay peligro, soy tan duro como la madera con la que me
fabricaron…
--Él vigilará tus sueños—le ha dicho mamá, señalándome. Menuda
responsabilidad, pienso.
Y mientras la oscuridad reina en el pasillo , se escucha
melodiosa la voz de mamá que lee para los dos nuestro cuento preferido……
“Todos, incluso los patitos
recién nacidos, concentraron su atención en el huevo para ver cuándo se
rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo empezó a moverse. Pronto se pudo
ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del sonriente pato. Era el más
grande, y para sorpresa de todos, muy distinto de los demás.
Y como era diferente todos empezaron a llamarle el Patito Feo….”
Un pasillo repleto de amor por la llegada de un ser inanimado pero las delicias de la pequeña, no se me ocurre nada mejor para recibir a los papis que corretear por él. Lindo, tierno y fabuloso esa es la palabra. Besos Molí
ResponderEliminarUn relato lleno de ternura, de la inocencia de los los juguetes, los cuentos de mamá.
ResponderEliminarUna entrada de aire puro y cálido para los que te leen Inma.
Un gran abrazo
Hola Molí, hermoso tu relato pasillo. Me encantó.
ResponderEliminarTe dejo el link del mío, me sumé a tu propuesta.
https://somosartesanosdelapalabra.blogspot.com/
Un pasillo con mucha vida, habitado por los juegos de la infancia y ese correpasillos es el alma. Muy hermoso.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué bonito y tierno con ese recuerdo a la infancia! Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que bonito y que tierno, me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que bonito Moli. Me has hecho recordar el primer correpasillos que compré a mi hijo. El tan feliz y a mi se me caía la baba.
ResponderEliminarLas pequeñas cosas nos ofrecen tanta felicidad.
Un abrazo .
Qué tierna historia! Seguro el pato de juguete aprende mucho al crecer con la niña! Un abrazo
ResponderEliminarEl patito feo... pero el mejor patito de todos ;)
ResponderEliminarMe gustó mucho tu relato. Podría estar incluido perfectamente en una de las historias de Toy Story.
Un besazo, Molí
Qué entrañable relato lleno de ternura y de sensibilidad, del que bien se merecía ser el protagonista un correpasillos.
ResponderEliminar¡Qué cosa más bonita, Inma! Todo ternura para este relato desde el punto de vista de juguete. Menos mal que desde su rincón está más o menos tranquilo. Y sí, que gran responsabilidad le ha tocado pero qué orgulloso se ha de sentir :-)
ResponderEliminarMe ha encantado. Todo deberíamos haber tenido un correpasillos así.
Un beso muy grande.
Muy tierno ese pasillo de juguetes, y esos ratos inolvidables de los cuentos.
ResponderEliminarUn abrazo