Mi amigo Carol H. Prado es un nicaragüense que vive en Costa Rica, justo el mismo día que se nos invitaba a participar en esta convocatoria me envió esta reflexión. Yo como algunos ya sabéis soy nica de corazón y por ese espacio de tiempo en el que viví en Condega (Las Segovias), sera por eso que me ha hecho muchisima ilusión saber de la semana santa allá. Son las vivencias de un niño nicaragüense de los años de Somoza ¿1940 o 1950? no lo tengo muy claro, pero para mi ha sido un regalo que aprovechando esta convocatoria hoy quiero compartir.
REFLEXIÓN MEDIO HERETICA;
“ O tempora o mores “ En la tranquilidad casi bucólica de este sábado, antes en mi niñez y juventud llamado sábado de gloria, al recordar lo vivido en la llamada Semana Santa , brotó esa frase , Oh tiempos Oh costumbres,, tiempos en que estos días eran para nosotros cipotillos, de una atmósfera lúgubre casi de miedo más que de recogimiento,, no podíamos correr, porque el señor estaba enterrado, la tierra era sagrada, toda diversión, hasta reírse a carcajadas era casi pecado, escupir al suelo, era de los más graves, era escupir al señor, no podíamos nadar en alguna poza de los ríos cercanos, porque nos convertíamos en sirenas, ( nunca supe si habían sirenos posibles).
Los padre capuchinos, gringos altos y barbudos, vestidos de morado, nos parecían extraterrestres, misioneros ya que estábamos en tierras de misiones, ahhh las monjas de Maryknoll,, inolvidables,, El sermón de las siete palabras era como de un millar de palabras, todos las estatuas de santos y vírgenes, eran cubiertas con capuchas color morado, casi solo vestidos blancos y negros, y las mujeres y el obligado tapado en el pelo, encerrando sus rostros, con sus vestidos cerrados con mangas largas, cero escotes, la procesión del santo entierro era obligadamente de noche,, terror,, aquel ataúd con el cuerpo de Cristo balanceándose al compás de los vaivenes de los portadores, las candelas encendidas creando sombras que nos asustaban, hhh y la comida, prohibido comer carne, entonces a las sardinas y atunes enlatados casi por tres dias seguidos,, ahhh las marca Azteca picantes,, ahhh y no podía faltar luego el curbasa,, almíbar de dulce de rapadura, con mangos, jocotes , papaya, marañon,, y así a la misa de los cirios pascuales y después la misa de resurreccion,,, recibíamos con la alegría con que un preso recibe su libertad la semana de pascua,, ya podíamos correr, escupir, nadar, carcajearnos, y la VIDA otra vez era de luz y alegria,, Habíamos sobrevivido a otra Semana Santa,,
Me has recordado la Semana Santa de cuando yo era niña , como bien dices , no se podía hacer nada que ofendiera al SEÑOR, hasta reírse era pecado.
ResponderEliminarEso sí el sábado de gloria y más bien el domingo de Resurrección la alegría era para todos .
Hay que ver lo que ha cambiado el cuento ..
Gracias por traernos esta historia tan tierna.
Un abrazo feliz noche.
Eso que describís es algo para sobrevivir, un ambiente opresivo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué bien has conseguido ponernos en ambiente!... pudimos ver y casi tocar esa atmósfera tan opresiva de tus recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo
Me ha gustado mucho leerte. Además se puede apreciar que casi eran las Semanas Santas parecidas a las de aquellos tiempos aquí, quizá aun algo más cerradas en costumbres.
ResponderEliminarMuchos besos.
Me hiciste recordar costumbres añejas, sentí un poco de escalofrío.
ResponderEliminarUn beso, Molí
Buenos días, Molí:
ResponderEliminarLa manera vivificante que tienes de escribir esos recuerdos hace que, al leerte, viva ese pasado como presente. Encuentro acertadísima tu frase "una atmósfera lúgubre casi de miedo más que de recogimiento" para describir la sensación con la que se viviían esos días por aquellos tiempos.
Un abrazo, compañera.
Nos regalas un montón de sensaciones qué, aún viniendo de otro país, son casi idénticas. El miedo se siente en la piel querida amiga.
ResponderEliminarGracias por participar.
Besos.
Salvando los dulces y comidas propias de cada tierra, esa negrura, ese silencio ordenado, ese miedo fantasmagórico, esas iglesias tambien oscuras por las voces apocalípticas de suplicios y tormentos, aun las recuerdo y por supuesto, dejaron huella en nuestras vivencias futuras.
ResponderEliminarBesos.
Allí como aquí hace tiempo, se vivían estas fechas de igual manera, oscuroas, tristes, y un tanto fanstasmagóricas, nada que ver con la actualidad.
ResponderEliminarBesos.
Bonita la reflexión, y es verdad en muchos sitios se vivía así la semana Santa, eran otros tiempos, por suerte ahora todo eso se vive con mayor libertad.
ResponderEliminarUn abrazo
La libertad despues de tiempos oscuros.
ResponderEliminarBeso claro.
Interesante relato, Molí. Es tan lejano y a la vez tan cercano... Por una parte pienso que ahora las cosas han cambiado, quizás a mejor (?)
ResponderEliminarBesos jueveros
ES verdad que en nuestra juventud no se podia hacer nada. Ni saltar a la comba, ni cantar ni reirse. Así hemos acabado casi todos, pasando de estos dias y lanzándonos a viajar y a vivir. cuando una cuerda se tensa mucho lleva el peligro de romperse. Besos.
ResponderEliminarSemana santa del terror de verdad me imagino sobre todo para los niños, que casi no entendían que es lo que estaba pasando, en vez de ser un día de reflexión y recogimiento, para la familia, todo una odisea del terror
ResponderEliminarSemana santa del terror de verdad me imagino sobre todo para los niños, que casi no entendían que es lo que estaba pasando, en vez de ser un día de reflexión y recogimiento, para la familia, todo una odisea del terror
ResponderEliminarNos has traido una estampa de la Semana Santa nicaragüense preciosa aunque muy opresiva y triste. Recuerdo que aquí en Córdoba y supongo que en el resto de España, era muy parecido. La televisión y la radio solamente ofrecían música sacra y la carta de ajuste en Viernes Santo e igualmente parecía que había que estar triste por decreto. Tiempos de oscuridad que confío en que no vuelvan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me he reído leyéndolo, aunque la cosa era tan tétrica que no era para reírse. Todo lo que se dice se hacía en S Santa cuando yo era pequeña y la verdad no sé cómo sobrevivimos a tanta tristeza.
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