LA BRUGUI
La plaza luce en el esplendor de la fiesta y allí la veo, arrinconada y sola sentada en el rincón de uno de los bancos que voltean la plaza.
--¿Sabes lo que me han hecho?
Yo asiento, mirando esos ojos tristes llenos de historia. Mientras por mi cabeza cruzan miles de imágenes de aquellos escaparates donde se mezclaban juguetes, semillas, pinturas, hierbas y dulces, una amalgama variopinta de objetos colocados con aquella gracia especial que tenía la Brugui.
La tienda abarrotada de chiquillería en busca de chuches, tienda sin horario fijo, abierta para todos en todos los acontecimientos importantes. Lugar de juegos y de pequeños hurtos de los cuales la Brugui era conocedora. No podían robar con la palabra gorda ya que ante la bondad y el acogimiento solo era posible probar una vez y sentirse culpable.
Velas de las largas, esperando manos que las acojan para la procesión de los Dolores. Coca colas frías para la noche de verbena. Abono para las tomateras, pastillas para encender la estufa de leña. Local de acojimiento para punkies, sardanistas y bandas de música diversa y es que la Brugui estaba a la guai de todo lo nuevo, lo antiguo y lo por venir. Parecía uno de aquellos personajes que perviven por siempre en mi pequeña ciudad, pero no...
Estraños movimientos inmobiliarios, desahucio de alguien que mantuvo la llama encendida desde cincuenta años atrás. La sacaron a la fuerza y con la complicidad de la noche destrozaron un lugar iconito de Banyoles.
Se que el local pasará a ser una de aquellas inmobiliarias que no obrecen más que frío. De la tienda de la Brugui queda poca cosa, solo ella deambulando mañana y tarde cual alma en pena de un banco al otro de la plaza recordándonos a todos lo que pasó un día no tan lejano, cuando la mayoría de los que habíamos gritado por cosas menos importantes, permitimos que nos arrancarán un trozo de historia dejándonos huérfanos de la Brugui y de las chuches de su tienda.
Un relato cruel, pero que se ha convertido en la dinámica del progreso o eso dicen. Desahucian comercios de toda la vida , para hacer dinero, y dejarlos en la calle, porque si los pagasen bien al menos cubrian sus jubilaciones, pero a veces eso no sucede.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hay lugares con historia que nos dejan marcados. Sitios que se meten en nuestra alma de la mano de recuerdos candorosos de otros años, épocas pasadas en que nuestra inocencia aún estaba intacta y teníamos todo por vivir. Pero lo que está vivo, alguna vez muere. Es ley natural, y aunque duela, debemos aceptarlo. Muy tierna historia. Un abrazo
ResponderEliminarEsas tiendas que en cada ciudad hay una por lo menos, esas en las que quedamos como punto de reunión, me gustaba el relato pero el final es un zambombazo, ocurre demasiadas veces. Un abrazo
ResponderEliminarEse final me resulta muy familiar, horrible este habito. Feliz jueves Moly. Un abrazo
ResponderEliminarMe parece un relato tan cercano y emocionante que todos tenemos grabado en nuestra memoria de niños y adolescentes y que pasaron a mejor vida a costa de un capitalismo que algunos no entendemos. Aquí en Córdoba, era "El Puesto de La Fidela" no sé si te fuiste sin conocerlo, pero ha llegado a mis hijas, así es que estuvo mucho tiempo.
ResponderEliminary asi es la vida, asi termina haciendo de seres entrañables muñecos rotos, no se si la inmobiliaria hara un edificio de viviendas , pero lo que es posible es que es alguno de sus locales se abrirá un " chino" que abra 18 horas al dia y venda las chuches que la Brugui vendia Un abrazo
ResponderEliminarUn relato muy emotivo. ¡Qué pena que obligaron a cerrar el local a esa señora!. Progreso, lo llaman algunos. Besos
ResponderEliminarTodo se va convirtiendo en modernidad, restandole la valía de lo que fue, solo permanecerá en nuestros recuerdos
ResponderEliminarAbrazo
Que horror!
ResponderEliminarAparece dos veces ña culpabilidad, esa que arrastraba a movilizaciones, por cosas menos importantes. Al final no queda nada. Los paseos de ella por l plaza don desgarradores.
Paseando por la ciudad ves lugares que anuncian du cierre y posteriormente una persiana fija.. Wue horror.
Abrazoo Inma
Quedan pocas de esas tiendas de barrio tan entrañables y que recordamos todos de nuestra infancia! Tenían un encanto especial y tanta personalidad que efectivamente parecían uno más del barrio, ¿verdad? Da cierta impotencia pensar que uno no puede hacer nada por evitar que desaparezcan! Y mucha rabia pensar que haya mucha gente que le de igual que así sea! Un abrazo!
ResponderEliminarLos lugares parece que se estuvieran quedando como las personas, sin alma. Un relato estupendo, totalmente ilustrativo.
ResponderEliminarBesos, Inma.