JUEVEANDO CON EL MES DE MAYO
NO ERAN PAJITOS
Las flores se escapaban en grupos de dos o de tres, aunque a veces
cruzaba la puerta alguna despistada y solitaria que corría afanosa en post del
resto. Las muchachicas es lo que tenían que cuando llegaba el mes de mayo no había quien las mantuviera atadas en el corralillo[i]
del colegio. Desde aquellos días no puedo evitar que mayo se presente ante mi lleno
de fragancias y de colores maravillosos. Eran otros tiempos, dirían algunos,
pero yo desde la nostalgia bendigo aquellos años y la sana costumbre de las
flores.
Creo que nosotras, las niñas de la escuela de Corea, éramos
las portadoras de las flores más auténticas. Las otras, las que engalanaban las
cruces de mayo en los diferentes barrios, eran las intocables, las compradas y
cultivadas pero que nunca desprendían tanto olor. A las muchachicas nos
quedaban los pajitos[ii] y es
que cuando regresábamos siempre había algún adulto que nos lo recordaba de forma
despectiva.
--Gra!! Pero si solo son pajitos…
Aunque para nosotras eran las flores más preciosas del
mundo.
Cruzar dese la salida del comedor escolar hacia las eras y los campos
era lo más habitual, no eran tiempos de controles acérrimos e incluso éramos
disculpadas si aparecíamos unos minutos más tarde una vez iniciadas las clases.
Supongo que, si se observaba la escena a vista de pájaro, era fácil ver los
campos de trigo incipiente coloreados con el rojo de las amapolas o el amarillo
de los pendientes de la reina y inmersas en ellos nuestras batas a rayas
blancas y amarillas.
De vez en cuando se sentía algún grito de admiración ante el
descubrimiento de alguna flor desconocida o escasa en el lugar. También era
posible encontrar vainas con chicharos verdes suyo sabor era más delicado que
el de los guisantes. Las amigas solíamos compartirlos y dividir los granos de
forma equitativa. El tiempo que separaba la salida del comedor hasta la entrada
a las clases de la tarde pasaba volando y casi siempre regresábamos atolondradas
y con prisas, pero protegiendo con cuerpo y alma los manojos de florecillas recién
cortadas.
Media hora, después de iniciadas las clases comenzaba el
ritual, en fila desfilábamos ante el pequeño altar en el que estaba situada la
virgen. Una a una íbamos depositando los ramilletes y era el momento de las poesías,
las de las pequeñas, aunque siempre se repetían nos hacían bastante gracia:
-Aunque soy muy chiquitita
Y tengo muy poquita voz
No me cansó de decir
¡Viva la madre de Dios!
Había días en que alguna de las mayores aparecía con alguna poesía desconocida
y aprendida de alguno de sus mayores. Yo raramente salía, tan atrevida para
unas cosas y tan comedida para otras, como solía decir mi madre. Después regresábamos
alborotadas hacía las clases, los muchachos habían asistido en silencio a un
rito que parecía sostenido únicamente por las manos femeninas.
Qué bonito texto, me supo a nostalgia de la infancia. Por aquí (por el matiz de "chícharos", te digo) a unos guisantes más finos les llaman "frésules".
ResponderEliminarBesitos.
Esa canción creo que casi todas de una generación la hemos cantando alguna vez en el colegio. Me has traído recuerdos de una infancia super feliz. Un beso MOLI.
ResponderEliminar¡Qué lindo relato primaveral con aromos de flores y reminiscencias de antaño! tierno y nostálgico. Besos, Inma
ResponderEliminarHermoso recuerdo atado a las flores del campo y a la inocencia compartida. Un fuerte abrazo Moli
ResponderEliminaresa poesía de recuerdos... esos versos tirados por las abuelas que nos dejaban impávidos... Mi abuela podía tener mala la cabeza por el alzheimer... pero esos versos fluían como los más.
ResponderEliminarNadie los esperaba, pero eran exquisitos
ResponderEliminarUnas vivencias y recuerdos desde el colegio, con sus canciones y ofrenda de flores, que permanece en los recuerdos desde niños.
ResponderEliminarUn placer leerte
Beso
Que hermoso, me imagino ese campo, ese espacio lleno de flores, de vida y de colores
ResponderEliminar¡ es tan entrañable tu relato ! hay tanta emoción tanta vivencia en lo que nos has contado que me ha emocionado. Con todo mi cariño un gran abrazo
ResponderEliminarPrecioso texto que me recuerda a tantos momentos de la infancia y, en especial, a esa entrega de flores en el mes de mayo. Un texto lleno de ternura. Me gustó leerte. Un abrazo Inma.
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