NUEGADOS
INGREDIENTES: 18 huevos, 1,5 Kl de miel, 3 Kl de harina, vinagre, aceite de oliva.
Los días del
invierno crudo parecían haber llegado a su fin y aunque ya se había iniciado la
primavera había días aun en los que el frío se hacía notar, el paso fronterizo
se iniciaba con la semana santa, con sus procesiones de las que ya conocía cada
uno de sus pasos, con toda la familia en la calle siguiendo el vaivén de los
nazarenos y con el abuelo que año tras año se negaba a seguir un ritual en el
que no creía. Pero días antes de que esto ocurriera estaban los nuégados y su
dulce ritual.
PREPARACIÓN:
Se utilizara como medida las medias cascaras de un huevo. Se baten los
huevos y se les va añadiendo 18 medidas de aceite (frito previamente), se
añaden 8 medidas de vinagre y se sigue batiendo, se va añadiendo la harina poco
a poco hasta que quede una masa consistente que se pueda modelar con las manos.
Desde donde mi
memoria alcanza, llega la imagen de mi madre trajinando en la cocina junto a
Catalina, nuestra vecina más entrañable, la gavilla de sarmientos encendidos, calentaban una enorme sartén con aceite y yo saliendo y entrando, hasta el momento en que la masa estaba hecha.
Entonces, justo en ese momento, era cuando los más pequeños podíamos participar
amasando con nuestras pequeñas manos y observando las tiras de la masa que surgían
cual milagro.
Se van haciendo unas tiras largas con la masa (tiras como churros) y se
ponen extendidas en la mesa sobre un mantel limpio para que reposen y queden
resecas por fuera.
Según me
explicaba mi madre, durante los días anteriores al jueves santo no se podía
cocinar, de ahí que en días sucesivos, quedaran perfectamente colocados en la
cocina platos con tortillas de patatas, bacalao frito, torrijas y los nuégados que
en las casas de Membrilla nunca podían faltar.
Poner bastante aceite en una olla a calentar, se van cortando las tiras de
la masa en trozos pequeños y se ponen a freír (con cuidado porque el aceite
tiende a rebosar), se van friendo por tandas y con cuidado que no se quemen o
que queden poco fritos.
Me encantaban
las bolitas aun calientes y vigilando los movimientos de mi madre las cogía
presurosa de la fuente, las ponía en mi boca sin soltar ni una sola queja
aunque mi lengua se quemara.
Una vez sacados del fuego se pone medio kilo de miel a calentar en una
sartén grande, se calienta la miel hasta que esta quede en punto de caramelo
(esto se comprueba tirando unas gotas de miel en un vaso con agua, si esta
queda solida es que esta en punto de caramelo). Cuando la miel esta en este
punto se van tirando los trozos fritos de la masa y se van mezclando con la
miel, una vez hecha la mezcla se va emplatando en forma de rosca, mojándote los
dedos para no quemarte.
Durante días iba
cogiendo trocitos de la rosca, lo mejor era aquella miel que quedaba enganchada
en el plato y que una vez en la boca casi se enganchaba en los dientes, cerraba los ojos sintiéndola derretirse
en mi boca. Aun hoy no se porque eran mucho más buenos los nuégados robados que
aquellos que mi madre me permitía comer…..
CUATRO GENERACIONES JUNTAS HACIENDO NUEGADOS
Año 2010 poco
antes de semana santa.
- - Mari, ¿sabes que
hoy hemos hecho nuégados?
No logro
escuchar lo que responde mi hermana al otro lado del hilo telefónico, pero
observo la cara de felicidad de mi madre.
- - No, no recuerdo
haberlos hecho antes, pero están buenísimos, iguales que los de Membrilla
¿sabes?
Durante el día
he observado su ir i venir, su ilusión siguiendo unos pasos que ella ha
repetido cada año aunque los hijos no viviéramos en casa, siempre, antes de
semana santa, nos reuníamos en una especie de tradición y se hacía una rosca de
nuégados para cada familia. Pero eso ella ya no lo recuerda, es como si la
elaboración de este postre que nos ha transmitido fuera algo nuevo para
ella, he visto su sonrisa picarona metiéndose las bolitas calientes en la boca
y sus ojos cerrados saboreando la miel enganchada en el plato, dicen que la
memoria de los sabores es una de las más difíciles de perder, por suerte.
Inma, un precioso relato con receta incluida. Me ha encantado la forma que le has dado a ese recuerdo. Y me quedo deseando probar esos nuégados tan dulces.
ResponderEliminarUn beso.
Aunque no creo haberlos visto hacer en mi casa, si recuerdo comerlos en los días de los santos, comprados en una confitería de mi pueblo, llamada La Flor de la Mancha. Me encantaban.
ResponderEliminarLeyendote he recordado a mi madre, haciendo el arrope y a toda la parafernalia urdida para que yo, un mequetrefe, no anduviera cerca para no quemarme.
Bonito recuerdo.
Un beso.
Me ha conmovido la emoción que se halla en este cálido relato, intercalado con los detalles de tan elaborada receta. Los platillos y los dulces especiales, rodeados de ese halo simbólico tradicional como el que nos cuentas, son verdaderos tesoros que nunca se deberían perder. Esperemos que continúen vivos, generación tras generación!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Me ha conmovido la emoción que se halla en este cálido relato, intercalado con los detalles de tan elaborada receta. Los platillos y los dulces especiales, rodeados de ese halo simbólico tradicional como el que nos cuentas, son verdaderos tesoros que nunca se deberían perder. Esperemos que continúen vivos, generación tras generación!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Lo dulce en la receta, en tus palabras y en los recuerdos, ¡que ternura ese pasar de generación en generación!
ResponderEliminarMmmmmm se me hace la boca agua.
Un beso
Lo dulce en la receta, en tus palabras y en los recuerdos, ¡que ternura ese pasar de generación en generación!
ResponderEliminarMmmmmm se me hace la boca agua.
Un beso
Creo que ya has utilizado una fórmula parecida alguna vez, mezclando tecnología (lo es una receta), con los sentimientos que produce.
ResponderEliminarY queda un relato delicioso, a la vez que emocionante.
Besos, amiga.
Deben de estar de rechupete.
ResponderEliminarQué alegría ver a cuatro generaciones haciendo un plato en la misma cocina, para emocionarse.
Deben de estar de rechupete.
ResponderEliminarQué alegría ver a cuatro generaciones haciendo un plato en la misma cocina, para emocionarse.
Un relato de cocina súper delicioso, con una receta única. Me parece espectacular que esas cuatro generaciones mantengan esa tradición. ¡Debieron quedar de chuparse los dedos!
ResponderEliminarBeso
Un relato de cocina súper delicioso, con una receta única. Me parece espectacular que esas cuatro generaciones mantengan esa tradición. ¡Debieron quedar de chuparse los dedos!
ResponderEliminarBeso
Qué buena pinta!! tengo que probar a hacerlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, con la foto ya me ha entrado hambre. Hay mucha tradición en esta receta, pero mucha cohesión entre todos. Me encanta el trabajo cooperativo, es una unión de lo mejor de todos para sacar algo fuera de sí. Los relatos jueveros son una prueba de ello. Este texto es un ingrediente delicioso. Un abrazo.
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