HELADO DE TRES BOLAS
Definitivamente la crisis había dado al traste con sus
planes de estudiar psicología, pero no podía quejarse porque tal y como estaban
las cosas en casa Ana tubo la gran suerte de encontrar aquel trabajo en la heladería
Vainilla. Siguiendo el consejo de su madre quien decía que a mal tiempo buena
cara, puso su ilusión en aquel trabajo en principio temporal pero en que ya
llevaba más de cinco años.
Se fijó en ellos por aquel aire delicado que parecía emanar
de dos ancianos que casi siempre aparecían rozándose las manos, por las
palabras dulces que aún eran capaces de regalarse, o por aquella educación hoy escasa
con la que se dirigían a ella.
- - Por favor señorita – decía con voz suave la señora de
ojos claros – ¿podría ponernos un cucurucho
de limón?
- - No, perdone – decía el señor de pelo gris escaso – mejor que
sea de vainilla la especialidad de la casa.
Se pasaban un buen rato decidiendo y cuando Ana se dio cuenta
de que esa decisión del uno en favor del otro se debía al precio de los helados
en función del número de bolas fue ella quien les dio la solución.
- - Perdonen que me meta en sus cosas – les dijo – pero no sé
si saben ustedes que si eligen un cucurucho de tres bolas les sale mucho más
barato que dos helados de una sola.
- - Pues no está mal – dijo el señor – y con lo golosa que tú
eres……
Se miraron como dos niños traviesos y salieron felices
con la extraña combinación una bola de vainilla, otra de limón y una tercera de
regaliz, esta última recomendación de Ana.
Cada verano, los veía venir una vez a la semana, los
observaba sentados en el banco cercano a la heladería, cada uno con una
cucharilla, ella picara metía la cuchara dos veces mientras el más tranquilo comía
solo una. Cuando Ana los miraba solo podía ver amor.
- - Un pendón, eso es lo que es esa.- quien hablaba así era Carmen poseedora de una lengua viperina.
- - Pues si – continuo – allí donde la ves, esssa (y lo decía
arrastrando la ese) abandono a su marido y a sus cuatro hijos para liarse con
un soltero. Lo que no tiene es vergüenza….
Pero Ana, ya llevaba el suficiente tiempo en la heladería
como para saber leer en los ojos de su clientela. En los ojos de Nines y Pablo veía
amor a raudales, en los ojos de Carmen solo veía envidia y rencor.
- - Solo me basto cerrar los ojos un instante – fue uno de
aquellos días en los que raramente Nines había llegado sola a la heladería –
para ver claramente que no quería envejecer junto a él.
De esta forma tan simple y sencilla y sin un atisbo de
rencor, Nines le explico porque hacía ya muchísimos años decidió dejarlo todo
por un auténtico amor.
Después de un invierno duro, Ana los observa, Pablo ha
llegado empujando una silla de ruedas donde Nines parece mirarlo todo desde una
mirada vacía. Durante el invierno sufrió una embolia cerebral que ha hecho avanzar
de forma irreversible su demencia. El se sienta en el banco junto a ella
mientras de forma delicada va poniendo en su boca dos cucharadas de helado; dos
para ella y una para él. Mientras Ana piensa en aquel novio con el que acaba de
romper, después de dos años de convivencia. Un día cerro los ojos y por un
instante lo que vio no le gusto y entonces supo sin miedo a equivocarse, que no quería envejecer junto a él.
Uff y te digo pq , me has hecho que mis ojos se humedezcan pq en este relato veo puro amor ..lo demás sobra simplemente maravilloso .
ResponderEliminarUn fuerte abrazo amiga hoy me has tocado la fibra muakkkkkkkkkk
Feliz semana.
Esa imagen final de Pablo dándole dos cucharadas de helado a Nines lo dice todo. Bello relato. Besos.
ResponderEliminarMadre mía pero qué enternecedor tu relato, querida MOLI, la verdad es que me ha encantado, y lo he visto muy realista, y es que encontrar hoy en día un trabajo es tan dificil, y ninguno se puede desperdiciar.
ResponderEliminarY esos ancianos que iban a por sus golosinas como dos niños, a por esos helados, y qué enternecedor imaginarlos diciéndose palabras tan dulces.
Me ha encantado, MOLI, un placer leerte.
Besos enormes y feliz tarde.
Con qué poco se puede ser feliz! y qué simple resulta la vida si se sabe desprender uno de las apariencias superficiales. Hermoso relato. Un abrazo
ResponderEliminarOoohh !!!
ResponderEliminarque bella historia me a encantado y emocionado bastante, es un relato simple pero muy bien logrado
Ooohh !!!
ResponderEliminarque bella historia me a encantado y emocionado bastante, es un relato simple pero muy bien logrado
Interesante propuesta psicológica que nos haces a través de un puesto de helados.
ResponderEliminarQue hermoso, romántico relato. Moli.
ResponderEliminarLa vida da sorpresas, algunas agradables y otras no. Me encanto el trasfondo de tus protagonistas.
Bso
Así que no tienen vergüenza, es algo de mérito elegir las emociones por sobre el que dirán, lo que se supone que se debe hacer.
ResponderEliminarY los helados como un ámbito. Bien la actitud de Ana.
Un buen relato para tu jueves.
Un abrazo.
Introducir el elemento discordante ha hecho que tu relato sea mucho más real.
ResponderEliminarUn beso.
Lo dulce del helado con un toque amargo de realidad...como decía el poeta: "apartar el corazón de los asuntos"
ResponderEliminarBesos