Día 24 de octubre, día mundial de lucha contra la polio. Cada día una reflexión...
Mis hermanos estaban antes que yo, este es un detalle del que siempre he sido consciente, ser la pequeña en mi familia significaba gozar de bastantes privilegios, aparte de los propios de tener unas personitas de quien aprender y que además te cuiden. Mi hermana es casi diez años mayor que yo, casi, casi una segunda madre. Mi hermano iba camino de los seis años cuando yo nací, me imagino que tubo pelusa pero yo nunca lo note porque pronto fue mi héroe.
Y vino la polio y puso mi mundo al revés, y de forma inexorable el de ellos. Pocas veces hablamos de los hermanos de los niños con discapacidad, pero soy consciente del gran pilar que han sido y son para nosotros.
Mi hermana tuvo que asumir un rol que no le tocaba por edad, paso a ser la que lavaba la ropa a mano y hacia múltiples tareas de casa para ayudar a mi madre, será por eso que siempre la vi como mucho más mayor, con la inocencia de una niña pero casi adulta.
Mi hermano era un niño tímido pero muy reflexivo (vamos que lo que me faltaba a mi lo tenía el) era muy responsable por eso desde muy pequeño mi madre confiaba en el para mi cuidado.
Mi hermana era como un hada mágica capaz de disipar mis terrores nocturnos, era ideal para crear un mundo aparte y que en momentos de miedo me hacía volar en la noria de la feria o galopar en los caballitos del tío vivo, siempre dormíamos juntas y ya más mayores teníamos auténticas trifulcas para decidir quién apagaba la luz, porque resulta que era tan miedosa como yo o puede que más.
Mi hermano creaba personajes de voces chirriosas y conseguíamos auténticos duelos de voces en los que el casi siempre tenía las de perder ya que yo niña malcriada en cuanto me cansaba llamaba a nuestra madre y por la ley de ventaja del menor era el casi siempre el que recibía. Pero mi hermano también tenía indios y cowboys y un tren a cuerda que me hacía alucinar a través de el aprendí que los juegos de los niños podían ser infinitamente mejores que los de las niñas.
Mi hermana era una crisálida que cual mariposa se convirtió en una auténtica belleza, que lidiaba con una “marimacho” como yo intentando pintarme las uñas y que me sintiera guapa con los vestiditos que yo odiaba esperando que me dejaran ponerme pantalones.
Mi hermano me enseñó a ir en bicicleta aguantando por detrás el sillín y engañándome cuando por fin pude volar sola, también fue el que dio la cara cuando yo baje disparada por la calle que llevaba a la plaza arramblando con todo lo que se ponía delante.
Mi hermana se pasaba horas conmigo en las tardes de verano en las que no podía correr a causa de la escayola. También se hizo cargo de mi y mis manías con la comida cuando mi madre trabajaba.
Mi hermano me trasladaba sobre su espalda cuando yo no podía caminar.
Mi hermana me ayudaba a tapar mis travesuras de adolescente.
De mi hermano en mi adolescencia aprendí a amar la música de The Beatles y a leer muchísimos autores que no hubiera estado en mis manos si no hubiera sido por él.
Son muchas cosas, muchos momentos compartidos en los que ellos más que nadie nunca me hicieron sentir diferente, más bien al contrario, aguantaron estoicamente a una mosca cojonera a ratos bastante mimada.
Pienso que la mayoría de niños a quienes nos atacó la polio no somos bastante conscientes de lo importante que fue contar con ellos, de lo que significó su sacrificio ya que tuvieron que cedernos mucho más tiempo de nuestros padres, que estuvieron solos en momentos cruciales y que a pesar de todo nos amaban y nos aman inmensamente.
Creo que por lo menos yo, no he reconocido de forma suficientemente amplia lo importante que han sido y son. Hoy y de camino al día mundial de lucha contra la polio, mi homenaje va para ellos.
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