EL PUENTE Y EL AGUA
Pasaban cada día por la carretera angosta y el pequeño, de casi cuatro años, se entretenía mirando el paisaje conocido. Mamá conducía el 2 CV amarillo, el dragón amarillo como le llamaban los dos. Era un camino habitual el que unía la casa de campo donde vivían con aquel pueblo que crecía con pausa pero sin prisa para convertirse en una ciudad pequeña.
Pero de pronto un día, el paisaje cotidiano cambió, máquinas de construcción y operarios de carretera comenzaron con una de esas obras que eternizan las colas de espera de los coches. El pequeño miraba con atención los avances diarios de aquellas obras interminables que se alargaron otoño, invierno y primavera. El resultado fue un puente como muchos puentes, como el puente que cruzaba el riachuelo que corría cerca de la casa, o como el que cruzaba la antigua central eléctrica a la que a veces iban de excursión. Si aquella en cuyas paredes estaba marcada una fecha, la del día en que el agua subió y hasta llegó a cubrir el puente aunque aquello solo lo recordaban los viejos habitantes de la central.
El niño mira el puente majestuoso que se extiende ante su vista pero hay algo que no comprende en su mente infantil no logra dilucidar. El niño espera, puede que sea cuestión de dias, o de meses. Pero el aunque es un crío cauto es impaciente y requiere una respuesta con premura.
--Mamá-- le dice un día -- ahora que se han acabado las obras. ¿Cuando van a traer el río?
La madre ríe, de esa forma en que ríen las madres, ante la inocencia infantil. Después con paciencia le explica, que el puente magnífico es una carretera y que el lugar donde el niño supone que tiene que llegar el agua no es otra cosa que la nueva carretera que les hará el camino hacia el pueblo más recto y más fácil.
Y el pequeño con el paso de los días no es del todo consciente de que el dragón amarillo rueda por el lugar donde había de pasar el agua. Es posible que las cosas no sean como se ven sino como el las imagina. Un dragón amarillo nada en un río inmenso en sus lomos brillantes por el sol de verano viajan el niño y su madre. Sobre ellos el majestuoso y nuevo puente se muestra en todo su esplendor.
La imaginación de los niños, y esa inocencia que hace que las cosas sean como el la sienta. Es que no cualquiera puede ir montado en un dragón amarillo, ganas que me dan.
ResponderEliminarUn abrazo,
Hola Moli, cuando la mamá explica al niño que no habrá ni puente ni agua, solo el frío asfalto se puede imaginar la sorpresa del niño. Mejor que siga con su dragón amarillo y la imaginación que es su mejor legado. Transmites todas las sensaciones que el pequeño y su madre sienten en su recorrido. Me encanta. Un abrazo
ResponderEliminarMe gusta esa superposición entre el encanto del dragón amarillo y la sequedad del cemento y un río sin riberas y sin vida.
ResponderEliminarSaludos.
Me encanta ese toque de ingenuidad que pines en bica del niño. Buena aportación! Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
Un dragón amarillo y un niño muy listo. Me encantó tu relato, Molí; transmite magia y ternura.
ResponderEliminarLas nuevas carreteras son muy necesarias para la seguridad de los viajes, la pena es que desaparezcan los ríos.
Un besazo
Hola Molí, esperemos que el agua no llegue algún día a ese puente y lo destroce. La pregunta del niño es magia y su dragón más. Muy tierno.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Bien plasmada en las palabras del niño, lo que los adultos le vamos a dejar: ríos sin agua y un laberinto de carreteras y puentes construido exclusivamente para los coches.
ResponderEliminarUn beso Inma.
Hola Inma.
ResponderEliminarLos niños son tan sorprendentes. Trabajo con pequeños desde que son bebés hasta que van al cole, y con ellos no me aburro nunca. El niño de tu relato hizo una pregunta con toda su lógica. Para qué hacer un paso elevado, si ya se puede pasar por el suelo. Lo normal es que haya un río debajo de un puente.
Muy bonito tu relato. Besos.
Hola Moli, te envío mi participación de esta semana. Espero que te guste. Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
https://courier12.news.blog/2023/12/08/el-regreso/
Hola Molí, me encantó tu historia, convertir el auto en un dragón amarillo es muy tierno, es ese juego que tiene una madre con su hijo y que solo ellos entienden y disfrutan, la imaginación y preguntas infantiles, todo me ha gustado, un hermoso texto para leer y disfrutar.
ResponderEliminarUn abrazo.
PATRICIA F.
la lógica del niño es aplastante, al menos para él, una asociación de ideas que queda incompleta sin uno de los elementos Un abrazo
ResponderEliminarBendita sea la imaginación de los niños. Siguiendo esa visión, el mundo sería mucho mejor. Un abrazo
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