CONVOCATORIA JUEVERA PARA EL JUEVES 4 DE ABRIL. ESTA SEMANA LA AMIGA MÓNICA DESDE SU BLOG NEOGEMINIS NOS INVITA A ESCRIBIR.....
INCOMODIDADES
EL CUARTEL
La dejaron atravesar la
puerta sin ningún requerimiento lo cual demostraba que Palmira era más que
conocida en el cuartel. A las clientas las había ido conociendo gracias a las
monjas, las mismas que le habían enseñado a coser. Pero la joven había superado con
creces las enseñanzas de sus tutoras y ahora era una modista de las más buscadas, era muy buena cosiendo pero lo que la hacía cotizarse era que su trabajo lo realizaba en los propios domicilios de su clientela.
Así, cada jueves a las
nueve en punto, Palmira entraba por aquella puerta aguantando su vergüenza de
jovencita soltera y sin novio ante un número indeterminado de guardias civiles
que puestos en posición tranquila guardaban desde el patio la seguridad del
cuartel, sin apartar los ojos de la joven veinteañera.
Aquella mañana, nada parecía
predecir lo que ocurrió en unos segundos. Pasando por los rosales floridos de
abril una avispa, muy avispada ella, se coló por el minúsculo escote de Palmira yendo
a caer, la muy desvergonzada, justo en aquel lugar donde más miran los hombres.
Imposible meter la mano y sacarse al bicho con más de veinte pares de ojos mirándola sobre
todo por delante y no siendo suficiente con el miedo que la joven tenía a las avispas,
el maldito bicho le clavó el aguijón. Y como era avispa no lo hizo una vez sino
unos cinco o seis veces y ella con lagrimas de dolor guardando la compostura, con razón decían que las avispas tiene la gracia en el culo y esta avispa parecía ser poseedora de muchas gracias.
Las monjas en su buen hacer como educadoras la habían enseñado muy bien que
cualquier cosa era soportable antes que insinuarse a los ojos de un hombre.
Antes picada que meter su mano en un lugar tan vergonzoso.
No fue hasta que enfiló
las escaleras camino del piso de Doña Matilde señora del sargento Ruiz, que con
mucha precaución y aún temerosa de que algunos ojos la escrutaran, logro sacar
a la avispa ya medio muerta de allí.
--Chiquilla ¿Qué haces
tan colorá? – dijo doña Matilde nada más abrir la puerta del piso
-- Nada – respondió ella –
incomodidades que a veces la vida te pone por delante… nada que con un poco de
agua fría no se arregle.
Me encantó tu historia, muy bien contada, realmente disfruté de su lectura. Pobre muchacha realmente la felicito, pues a i una vez me pico una avispa en la mano y realmente es insoportable el dolor.
ResponderEliminarUn abrazo.
PATRICIA F.
Jajajaja, que pobrecita, con lo mal que se pasa. De niña me picó una avispa y no te quiero contar el dolor que pasé y el ardor. Cómo dice Melody, "antes muerta que sencilla" y es que Palmira lo tenía muy claro.
ResponderEliminarMuy buen relato y si narración. Te aplaudo.
Un fuerte abrazo
Pobre muchacha, mejor se hubiera metido la mano y habérsela podido quitar del medio. Con lo que duele el picotazo de la avispa, por desgracia sé lo que es, todos los veranos me picaba en la frente o el brazo y horror.
ResponderEliminarEso sí que es una, incomodad y haberse aprendido bien la lección de las monjas. Un besazo Molí.
Uffff, situación incómoda!!! Relato corto y que me ha gustado. Gracias y besos
ResponderEliminarDe todos los sitios que tenía para picar se fue al más comprometido. Buen relato y escrito con gracia. Un abrazo!
ResponderEliminarDoloroso, un solo aguijonazo en cualquier parte duele mucho, menos mal Palmira no era alergica sino con 6 pinchazos estaria ya en la sala de urgencias. Pero creo Palmira hizo lo correcto, muy discreta ella.
ResponderEliminarDios mío, qué ansiedad pensar en tantas picaduras de avispa... Y en un lugar tan complicado como ese...
ResponderEliminarCoincido con algún comentario de arriba. Una vez de pequeña me llevé un picotazo de una avispa en la mano, y válgame lo que dolía...
Cuánto cuajo hay que tener para aguantar la compostura en una situación semejante a la de Palmira. Eso es estoicismo puro.
Te aplaudo, un micro genial.
Un abrazo!
Esta si que es toda una incomodidad! Y es que en la vida de antaño de muchas mujeres, la eterna compostura les daba una vida muy complicada e incómoda! Un abrazote!
ResponderEliminarCuánta porquería hemos tenido que aguantar las mujeres a lo largo de la historia. La que tú cuentas creo que va mucho más allá que una simple incomodidad.
ResponderEliminarHas representado muy bien ese tipo de situaciones horrorosas por las que todas hemos pasado más de una vez. Gracias.
Pobre! Debió doler mucho jeje. Todo sea por las buenas costumbres jeje. Un abrazo Moli, me alegra que te sumaras al encuentro
ResponderEliminarUna situación más que incómoda, dolorosísima.
ResponderEliminarMenos mal que algo hemos avanzado en quitarnos todas aquellas trabas que nos ponían en aras de la buena compostura.
Besos
Ofuuu... que aumento de pecho más incómodo. Y sin anestesia. Espero que fueran tres en cada lado, para mantener el equilibrio.
ResponderEliminarEso es más que incómodo. Dificil de igualar ese aguante.
Abrazooo
Muy buen relato, aunque llevo esa incomodidad a un extremo demasiado peligroso. El veneno de las avispas, no es precisamente para minusvalorarlo.
ResponderEliminarMás que incomodidad se trata de una emergencia que necesita una solución inmediata para evitar que el veneno 'avispil' produzca más daño. Me ha encantado tu aportación, Moli. Me gustaría saber la expresión en la cara de Palmira después de todos los picotazos, no sé si la detectarían los guardias...
ResponderEliminarPor cierto, Palmira es un nombre precioso, no sé si te has inspirado en la (que no hace mucho ha visto gran parte de su patrimonio reducido a escombros) ciudad de Palmira en Siria.
Un abrazo y enhorabuena.
Corto y de verdad incómodo, o peligroso.
ResponderEliminarUn buen post. Un abrazo