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viernes, 23 de diciembre de 2016

EL TIÓ


El frió, hacia días que habia llegado ya a todos los rincones del pueblo, como cada año, el viejo Biel, salió de su  casa en el punto en que el sol parecía ofrecer un poco más de su abrigo protector. Sabía que no era un trabajo para viejos, pero el, terco como era,le mantenía año tras año.

-        -   Quien va seguir las tradiciones, si no las seguimos los ancianos? – decía como respuesta a la cara desconcertada de su mujer en cuanto lo veía salir por la puerta con el hacha entre las manos.

Sabía de sobras que aquel trabajo era cosa de los más jóvenes, pero él se mantenía en su tozudez porque como decía, a cabezón no había quien lo ganara.

La elección duraba unas cuantas horas, porque tenía que ser el mejor,  aquel que mostrara un tronco lo suficientemente grande y cuya corteza fuera espesa y fuerte, lo suficiente como para aguantar con fortaleza los envistes del fuego y a la vez mantener el calor en el interior de la casa.

Cuando lo vio, supo que justo era aquel, inmenso, ancho y casi desprotegido de ramas, con el cuidado que se pone en un trabajo ancestral, el viejo Biel, fue atando la cuerda a unos puntos determinados del robusto leño y después con el mismo mimo sujeto la cuerda al mulo.

Empezaba a oscurecer, cuando desde el  pueblo los pequeños vieron la silueta del abuelo quien con más maña que fuerza arrastraba al macho seguido este a su vez por el grandioso leño. Los niños, corrieron en pos de el y entre saltos, risas y gritos sustituyeron al abuelo intentando empujar con sus manitas el enorme tronco, el cual quedaría por unos días a merced del sol quien secaría todo resquicio de humedad señal inequívoca de su vida dentro del bosque.

En los días que precedían a la noche de la fiesta, los pequeños de la casa, se turnaban para dar de comer pieles de patatas y de otras verduras al tronco hambriento. Los tres mayores Alix, Magi y Jeroni ya conocedores del  secreto ancestral, iban pasando de forma disimulada ante el tronco y poco a poco iban retirando la comida. Los pequeños, Isona y Arnau ambos menores de seis años miraban maravillados como aquel tronco mágico se engullía todo lo que le ponían.


La noche del solsticio de invierno, venia llena de buenos deseos, aún quedaban muchos días fríos por delante, días en los que poco se podía pedir al campo ya que estos se convertían durante más de dos meses en un lienzo blanco. La vida, era vivida paredes adentro y el calor de una enorme chimenea en el centro de la estancia regia los vaivenes de todos los habitantes de la casa.

Al mediodía que precedía a aquella noche, mágica para todos los niños del pueblo, un extremo del inmenso leño se colocaba cuidadosamente en el centro de la chimenea, lo suficiente para que fuera quemando lentamente y para que mantuviese la lumbre encendida. El viejo Biel ya había matado uno de los pollos mayores y las mujeres se afanaban en cocinar este con una buena guarnición de patatas y cebollas. Poco más se podía añadir ya que de la cosecha de los meses anteriores no quedaba mucho más solo la esperanza de que el año que había de venir fuese más generoso con las cosechas del campo.

La vieja Guisla, era la encargada de ir colocando entre madera y corteza los tesoros codiciados: almendras, avellanas, castañas, higos secos, pasas y algún dulce de membrillo. Colocar los regalos, era una tarea para alguien como ella con años de experiencia y de la cuidadosa observación de como lo hacían sus antecesoras. Las golosinas, se tenían que poner justo un poco antes de acabar de cenar pero con el suficiente tiempo como para que el calor no afectara tan deliciosos manjares y mucho menos que estos sucumbieran al fuego. Una vez colocados los presentes, lo que quedaba del tronco se cubría cuidadosamente con tela de saco. Y justo después de ese momento se iniciaba el momento mágico.

-         -  Que mal que huele – solía decir Alix.

Y en un instante como si un resorte los hubiese empujado fuera del banco los pequeños con ojos como platos se empujaban intrigados intentando saber que había debajo de la tela, poco después, con la misma prisa salían disparados y aparecían armados cada uno con un palo, justo en ese instante se iniciaba la mejor parte de la noche del solsticio de invierno.

Voces infantiles que resonaban al unísono en las diferentes casas del pueblo se acompañaban a su vez del sonido de los golpes de los palos sobre lo que quedaba del madero.

-          Tió, tió…
caga un mon d’avellanes i pinyols
i mel també
si no cagues tio, et donare un cop de bastó
Tió, tió, tió….[i]

Sin espera, hacían saltar la tela a golpes de palo, con el mismo palo que arrancaban la corteza haciendo rebotar, a lo largo de toda la estancia, avellanas, nueces, almendras, piñones y toda clase de frutos secos elaborados por las mujeres de la casa en los meses anteriores. Los   mayores, mucho más rápidos y prestos no tardaban en llenar sus bolsillos, para un poco más tarde y ya mucho más tranquilos repartir con los más pequeños parte de sus tesoros.

Cuando la oscuridad de la noche, se mostraba con todo su esplendor, el viejo Biel, acercaba el banco bien cerca del fuego, entonces, los cinco embelesados iban tomando su lugar cerca del abuelo quien con voz carrasposa les explicaba infinidad de historias de otros tiempos, de otros años en los que el tió había sido más generoso o menos, eso dependía de cómo se portaban los humanos con los campos y de los avatares que se presentaran según el capricho de la meteorología.

Era ya  avanzada la mañana, cuando la mayoría de los niños ya habían dado buena cuenta de sus golosinas, cuando del grandioso tronco solo quedaban las cenizas. En ese momento, las mujeres de la casa, recogían con sumo cuidado sus cenizas, una gran parte se reservaban para repartirlas por los campos, una vez derretida la nieve. El resto se repartía por encima de las camas, en la cocina, en las despensas y en cualquier lugar donde se deseaba hubiera prosperidad, fecundidad y abundancia, también,  se cubrían las cabezas de todos los habitantes de la casa así a lo largo del siguiente año quedarían todos protegidos.


El tronco era más o menos de una medida regular, ni demasiado grande y pesado, ni demasiado pequeño y ligero. Debía ser parte del final de una encina no muy grande ya que tenía parte de raíces que simulaban unas pequeñas patas por lo cual era el tronco ideal.

Mis dos hijas mayores, estaban entrando en la adolescencia, el pequeño, estaba justo en la edad mágica e inocente en la que los rostros se iluminan en los días previos a la Navidad.  Ruth siempre ha tenido una imaginación inmensa, Becky es toda una artista dibujando así es que deje el tronco en sus manos, acompañándolo eso si , de diferentes botecitos de tempera de colores. Así nació el tió que año tras año, lleno de ilusión y de regalos a mis hijos y después a mis nietos en la noche mágica de Navidad. Es un ritual, que seguimos año tras año.

El tió, aparece de forma mágica después del 8 de diciembre, nadie sabe de dónde viene ni después en que misterioso lugar se mantiene escondido el resto del año. La cuestión es esta, que de golpe una mañana, aparece el tió  casi siempre lo hace cerca de alguna estufa de leña (entre nosotros creo que es un friolero). Entonces pasa a ser una boca más ya que toca alimentarlo, para eso siempre tiene delante un plato con fruta, galletas y otros manjares, tampoco podemos olvidarnos del agua.


El tió, no sé por qué extraña razón, prefiere que la comida se la preparen los más pequeños de la casa, pero por otro lado, como suele ser bastante tímido, aprovecha para comer cuando esta solo o sea que lo normal es que por la noche se atiborre y durante el día no pruebe bocado. Los niños saben, que cuanto más coma el tió, más cosas cagara, así que creo que por este motivo son los preferidos para llevar la comida pues cuando un niño le da de comer seguro que no se queda con hambre.

Total, que el día de Navidad el tió suele estar empachado y para que no se maree con los calores de la estufa, lo situamos en otra habitación a ser posible fresca y alejada del comedor y para que no tenga frío lo tapamos con una manta grande.

La noche de Navidad, es en la que nos reunimos todos para cenar juntos, esa noche y de forma especial se apagan las luces de toda la casa y se cena con luces de velas, algo que no sé porque también les encanta a los más pequeños. Para cenar, aparte de diferentes aperitivos, no puede faltar la escudella amb galets[ii] , el cordero al horno y el pollo relleno. La cena suele durar horas ya que tan pronto hemos acabado de comer la sopa ya hay algún pequeñajo que empieza a decir:

-         -  Que mal huele!!!! No sentís que mal olor!!!

Es entonces cuando salen todos disparados hacia el lugar donde está el tió armados con palos. Y es cuando se repite la canción ancestral en los que hay ingredientes añadidos:

-          Tió, tió…….
Caga turrons[iii]d’avellanes y pinyols
Y mel també, si no cagues tió et donare un cop de bastó.
Tió, tió, tió…..



Y es cuando a golpe de palo hacen saltar hasta la manta, y entonces de forma mágica aparecen turrones, polvorones, bombones y juguetes.

El tió actual es mucho más generoso que en tiempos ancestrales ya que aunque no tratamos con el mismo esmero y mimo a nuestras tierras el da regalos en demasía. Eso sí lo hace entre plato y plato con lo cual es necesario levantarse de la mesa como unas diez veces y repetir la canción acompañada por unos golpes de palo cada vez más entusiastas.

Cuando el tió cree que ya ha sido lo suficientemente generoso con todos los habitantes de la casa, sin olvidarse de nadie, se va de golpe, así sin avisar. Ya puedes buscarlo por todos los rincones de la casa, que hasta el próximo año poco antes de mediados diciembre no lo volveremos a ver.
    
                              






[i] Tió, tió….caga un montón de avellanas y piñones y también miel, si no cagas tió te daré un golpe con el bastón, tió, tió, tió….
[ii] Un caldo que tiene horas de elaboración y una pasta que es como una especie de caracolas grandes.
[iii] En esta versión se añade el turrón.

6 comentarios:

  1. Caga tió caga turró, no caguis arengades que són saladas, caga tió caga turró sinó et donaré un cop de bastó. ¡¡Feliz navidad!!

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  2. Bonita tradición. En Mequinenza cantaban algo así como tronc de nadal, caga turró y pixa vi blanc. Nunca había visto esa ceremonia, me la han contado, pero ahora, con tus letras y fotos, es como si ya hubiera presenciado.
    Besos y bon Nadal. Y gracias por traer un tronc de Nadal a este jueves.

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  3. ¡Hola! ¡Qué bonita tradición! La desconocía por completo, pero me ha parecido maravillosa.

    me encantó leerte <3

    ¡Un abrazo!

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  4. Hasta que no llegué a estas tierras levantinas, no supe de esa tradición ancestral.
    Felicidad y besos.

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  5. Que hermosa historia, no le conocía, pero es preciosa. Fue un placer leerla. Las imagenes son lindas. Que bien que la compartes con todos tus lectores. Que pases una hermosa navidad al lado de tu amada familia y amistades que te rodean. Que se cumplan todos tus sueños en este nuevo año 2017.
    Beso

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