BRIGITTE JONES EN UN LUGAR DE LA MANCHA
El aburrimiento te lleva a caminos insospechados,
es lo que pensaba Brigitte Jones después de un
año de asistir con asiduidad a clases de español. Estaba harta de escribir su
diario, bue-no sus diarios porque el día que se puso a contarlos llevaba ya 33
escritos, fue cuando pensó que dado que su propósito fundamental no se había cumplido:
el de encontrar un hombre que valiera la pena y casarse por fin. Decidió hacer
algo diametralmente opuesto y mirando la posibilidad de estudiar idiomas se
decidió por una lengua que le abría muchas más posibilidades en el mundo de un
posible marido.
Lo de acabar en un
lugar recóndito del planeta, vino de la mano de Carmen su profesora y amiga.
Fue ella quien le habló de un pueblecito del centro sur de España y de un sesentón
de buen ver quien se había quedado viudo recientemente.
Con esto de las
nuevas tecnologías (que todo sea dicho Briggite domina a la perfección), no fue
difícil contactar con tan apuesto galán. Un Quijote que se había hecho a sí
mismo, según Carmen le conto. Y así fue como la soltera de oro acabó hasta leyéndose la novela de Cervantes, aunque ella urbanita hasta las cejas no entendió ni
media frase de una traducción no demasiado buena al inglés…
Con su chapurreo en
español (los idiomas no eran lo suyo) y con el medio ingles del manchego, acabaron
quedando para conocerse en Madrid, después el susodicho la llevaría a conocer
su pueblo. Su llegada al aeropuerto de Madrid fue triunfal pues como no podía
ser de otra forma, le perdieron las maletas. ¡Ella que había elegido de su
vestuario aquel que tenía más glamour! Se encontró con unos tejanos rajados y una camiseta a rayas ante lo que le pareció un perfecto caballero trajeado y con corbata.
Comida rápida en el
mismo aeropuerto, donde la inglesa tuvo el honor de conocer el bocadillo
madrileño por excelencia: calamares a la romana dentro del pan. Y después el
galante quijotesco la acompaña hacia un mercedes último modelo, así que en menos de dos
horas ya estaban en el pueblo en cuestión.
Nada que ver con el
verde de la campiña inglesa, kilómetros y kilómetros de tierras con vides,
pozos y estructuras regantes, la industria agroalimentaria en su máxima extensión.
En cuanto al pueblo, nada de lo que Briggitte se había imaginado, después de
días y días de búsqueda en google imágenes. Las enormes casas con sus patios
interiores no existían, los arcos y columnas tampoco. Algún resquicio de alguna
casa semi abandonada que nadie se había atrevido a tocar dejaba entrever lo que había sido el pueblo pero que ahora no era... Se mantenían, eso sí,
algunas fachadas blancas, pero nada tan exótico como la inglesita imaginaba
la arquitectura manchega, bueno al menos en ese pueblo.
Pero como al
sesentón, de cuartos como por allí les llaman, tenía para dar y regalar, Ya que resultó ser el rey de los melones del pueblo y los alrededores. Briggitte acabo después de
unos pocos meses casándose con dicho rey y los dos ahora viven de las rentas,
en un lugar de La Mancha según creo un pueblo de los que aún mantienen su
encanto, aunque como Londres en avión queda casi al lado, muchas temporadas las
pasan en la ciudad del Big Ben.
¡jajajaja Brigitte la urbanita y el rey de los melones! Todavía me estoy riendo.
ResponderEliminarBesos, Inma
Qué idea tan guapa! Me ha gustado mucho... Y el Óscar recien conseguido ahora descansa en una mesa camilla. Gracias por participar y un abrazo
ResponderEliminarBrigitte, en algunos veranos vende melones " a cala y a cata" y "tan ricamente que le va" a la cómica.
ResponderEliminarAlguien más se ha acordado de la Mancha en este pedido juevero.
Besos.
Mira, Inma, acabo de dejar a Mafalda en el mismo sitio y me encuentro con esta mujer que también tiene lo suyo pero mira que acabar en un melonar jajajaja Me ha hecho reír. Es que no me hago a la idea de verla vendiendo melones, la verdad jajajaj
ResponderEliminarAdmiro tu ingenio, Inma, y gracias por hacerme pasar un rato tan bueno.
Un beso.
Sin duda es genial la combinación que nos has dibujado, daría algo por ver esa situación ..
ResponderEliminarDe todos modos poniendo la mente a funcionar creo que ella como vendedora de melones no tiene precio ajjajaja . Un fuerte abrazo y gracias por hacernos reír un ratito . Besazo y feliz semana.
De todos los lugares parece que la Mancha está triunfando y tu le has puesto humor y nos has hecho reir, cuanta imaginación hay que tener para la mezcla que has tejido. Un abrazo
ResponderEliminarMuy buena es mezcla, pobre urbanita, qué poco le auguro en una zon zonal rural :-)
ResponderEliminarUn abrazo
ResponderEliminarLa reina del melonar le pega más a la Esteban jajaja.
La Jones cara de pueblo tiene, pero es muy rubia y mini faldera.
Divertido signorina
Baci tanti
S
Lo del melonero no tiene precio, está claro lo que venía buscando la inglesita, jajajaja
ResponderEliminarLa Mancha esta de moda en esta semana. Todos o tadas han dado en el mismo clavo. de forma diferente pero todos muy buenos. He pasado un buen rato leyéndoos a todos. Un abrazo.
ResponderEliminarMe parece interesantes que las películas. Creo si vería una adaptación al cine, de esta historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así que se emparento con la nobleza... al menos, la de los melones jaja. Muy ocurrente este encuentro impensado. Un abrazo
ResponderEliminarY fueron felices y comieron perdices!! Que historia de amor más loca. Me ha encantado eso del "rey de los melones"
ResponderEliminarBss.
Me encanta ese lugar llamado La Mancha, y con ese punto de humor, más todavía, excelente cóctel el de tu imaginación
ResponderEliminarFeliz semana Molly.
Un beso