PALABRAS DE SINDEL
SEMANA 14
PALABRA: OSCURIDAD
OSCURIDAD DESDE MI VENTANA
En la quietud de la noche mi ventana permanece abierta,
desde que recuerdo siempre he tenido miedo a despertarme en plena oscuridad. Me
da igual la posibilidad de ser vista u observada, prefiero ver el contorno de
todos los objetos en la penumbra e imaginar.
Desde que llegué a aquí, cada noche antes de meterme en la
cama, me asomo a mi ventana para mirar. Justo enfrente, donde ahora están
construyendo varios edificios, dos iniciales luminosas marcan la entrada de una
puerta. Ahora sé que es una peluquería de señoras, pero en mis primeros días
esas letras candentes eran para mí un oasis de paz. Cuando llegó el
confinamiento dejé de verlas y ahora los edificios en obras tapan por completo
las luces tranquilizadoras.
Mi ventana permite que se filtre en el techo del dormitorio
una alfombra luminosa que en las noches insomnes se pone a danzar. Es entonces
cuando se escapan las melodías más sinuosas y en el vaivén de lo que en segundos
se transforma en olas me dejo acariciar.
Tórridas noches estivales en las que algún vecino se sumerge
y nada en la piscina mientras en mí desvelo el reflejo del agua mece un sueño
incipiente que está por llegar.
Amanece después de una larga noche, horas de desvelo
esperando el saludo solar. La luz del día va perfilando cada objeto: mis libros
encima de la mesita, la lamparilla, los ángeles que se extienden por la pared.
La cómoda en los pies de la cama, el antiguo tocadiscos, Mel y Dream durmiendo
a mí alrededor.
Tras la ventana explosiona la fuerza del día: la vecina de
arriba acompaña en bicicleta a sus niñas a la escuela, mientras los
encofradores comienzan una nueva jornada de trabajo. Quiero mantener la calma
que hasta hace poco lo envolvía todo. Es entonces cuando cierro mí ventana
buscando la cotidianidad de mí hogar.
Desde mi otra ventana… LA LUZ
Tres pisos abajo la amplitud del parque de la Muralla, un
lugar idílico para perros y niños. La muralla, recuperada hace poco, se extiende
ante mi vista más con humildad que con orgullo. Dicen que la construyó una
familia adinerada para que su hijo que no podía andar la recorriera en una
arcaica silla de ruedas en los inicios del siglo XX. Realmente vivíamos en el
paraíso y mi ventana era un inmenso ventanal, exactamente seis inmensos
ventanales a lo largo de lo que antes había sido una clase de primaria y mucho
antes el secadero de pieles de una fábrica.
Vivíamos en el cielo rodeados de aquellos ventanales, que debían tener más de tres metros de
altura. En lo más alto se cerraban en forma de grandes arcadas, más hacia abajo
montones de ventanitas, cuadriculas de cristal típicas de las estructuras
fabriles. Era imposible no vivir fuera aunque vivieras dentro ya que la vida se
filtraba a raudales en tan mágico lugar.
El intenso calor del verano, nos llevó a cubrir los
ventanales con grandiosos estores aunque solo los bajamos en las horas en las
que apretaba el sol. Imposible bajar de los treinta grados, pero nos daba igual,
éramos jóvenes y lo resistíamos todo.
Recuerdo la cantidad de ladrillos que sacamos para recuperar
cada uno de los cuadriculas y como destapamos el doble techo para descubrir las
inmensas arcadas. Valió la pena, solo por poder rozar la inmensidad del cielo,
valió la pena pasar más de catorce años rodeada de ventanales.
Ahora los miro desde abajo mientras siento el vacío del
edificio sin vecinos cerrado a cal y canto, por instantes un nudo se aferra con
fuerza i corazón. ¿Sera por eso que en
mis noches de luna escuálida me entretengo jugando con el reflejo del agua en el techo de mi nueva habitación?
Una oscuridad llena de luz, la noche luminosa y las ventanas del verano. mas de uno se verá reflejado . Abrazucos
ResponderEliminarLa oscuridad y la claridad desde dos ventanas distintas, ambas llenas de perlas par disfrutar en tus relatos.
ResponderEliminarGracias por sumarte.
Besos
Juegos de luces y sombras alimentando tu imaginación y acompañándote en las horas de calma. Bellas imágenes compartidas. Un abrazo
ResponderEliminarLa oscuridad suele cubrir temores que no queremos ver, y aunque pensamos que en esa actitud no sentiremos el miedo, el pensamiento nos pega una cachetada en el rostro, recordándonos que con cerrar los ojos, los temores no se van.
ResponderEliminarMe gusta mucho cómo has descrito esos paisajes nocturnos, ha sido fácil acompañarte.
ResponderEliminarBesitos.
Me he entretenido y me has hecho recordar con tu relato. Conozco esos ventanales altos y grandes, la luz que al amanecer se filtraba y la oscuridad a veces inquieta que tapaba por las noches.
ResponderEliminarTe felicito chiquilla.
Todo un lujo de paisajes. Te felicito.
ResponderEliminarUn beso
Oye Molí, qué bonito lo has contado , ese juego de luces que se filtran por las ventanas en las noches calurosas de nuestra Córdoba y produce ese ballet de luces en el techo...
ResponderEliminarMe ha encantado de verdad.
La oscuridad existe porque hay luz. A mí también me gusta imaginar formas en la zona oscura, sombras que viven en la oscuridad gracias a la luz.
ResponderEliminarTu relato es un texto precioso. Abrazo