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lunes, 9 de julio de 2018


LA CULPA

Antes  de la polio......

Cuando hago una ojeada atrás, cientos de imágenes y gestos se funden con aquel sentimiento de frustración y mi casi seguridad de que la culpa era de ella. La quería con la intensidad de una niña que ha pasado años de hospital idealizándola, mirándola con la seguridad que ella emanaba hacia mí. La había creído pero el milagro de mi redención no se había dado y ahí estaba yo, en plena adolescencia arrastrando mi cojera.

Solo aquellos que son diferentes, en la diferencia que marca una discapacidad, pueden comprender la sensación del rechazo, que tus amigas de siempre no quieran que salgas con ellas porque si tú eres coja puede que a ellas las tomen por tontas y así es muy difícil ligar y tu escondes tu dolor, te sientes sola y aunque la única incondicional sea tu madre, hay algo que no, porque de ella es la culpa.

La desilusión aumenta cuando te enamoras de verdad y aquel a quien amas solo desea tu amistad porque no puede presentar a los suyos una novia que cojea. Y vas sumando y sabes o intuyes que solo tres gotas en un terrón de azúcar marcaron la diferencia entre la novia no coja y tú, dichoso terrón de azúcar ¿Por qué no te lo dio?

Mi madre siempre me explicaba la misma versión cuando yo insidiosamente le preguntaba, su respuesta era la misma:

-       -  Don Pedro (el medico) me dijo que era peligroso vacunarte, que era más fácil coger la polio con vacuna…..

Yo no la creía, durante años creí que era su excusa que no quería asumir ni un ápice de su responsabilidad, porque en nuestro caso a diferencia de muchos hogares españoles de la época, nos podíamos pagar una iguala, podíamos pagar algún especialista y seguro que se podían pagar las diez pesetas que valía la vacuna.

Por una vacuna ¡por una jodida vacuna! Que marcaba la diferencia entre los niños nacidos antes de 1963 y los nacidos después y a mí me tocó la china. Sé que nací sana pero que al igual que 35.000 niños españoles más tuve que arrastrar mi pierna mala y con suerte porque fui de las que tuvimos menos secuelas.

Durante años no la creí no sé si este hecho, el de mi incredulidad y la correspondiente culpabilización hacia ella marcaron de alguna forma nuestra relación de madre e hija, supongo que durante unos años, porque de alguna forma todo lo vivido en el hospital (hecho de la que también la culpaba) marcaron un antes y un después. Ella siempre decía que cuando me dejo en el hospital yo era una niña traviesa pero dulce, mi salida dos años después habían hecho de mí una persona rebelde, exigente y contestona.

La seguí culpabilizando cuando decidí quedarme embarazada con solo diecisiete y yo sentía que no respondía a mis necesidades, sin tener en cuenta su gran decepción para una mujer de aquel tiempo. Mi hija seria todo aquello que yo no fui para ella, la amaría intensamente, la comprendería, la escucharía pero sobre todo no dejaría de vacunarla, porque claro yo era mucho más responsable de lo que ella fue……

El hecho de tener un marido que me quería en exclusiva tampoco ayudaba, la baja autoestima del maltratador psicológico crece recordando constantemente la diferencia: yo era coja y el a pesar de eso estaba conmigo, punto. Por otro lado este tipo de personas intentan mantenerte alejada de los tuyos, ese fue mi caso, cuando alguien preguntaba porque yo cojeaba el respondía por mí:

-      -   Su madre que no la vacuno y encima la llevo a visitar a otra niña con polio (esto último juro que no sé de dónde lo saco)

Era una cantinela constante que me alejaba aún más y que me impedía ver que bastante culpable se debía sentir por ella sola.

El tiempo pasa, tus hijos crean unos lazos indestructibles con los abuelos y tu dejas ese amor florecer, precisamente porque no quieres que tu historia entorpezca. Mi separación del padre de mis hijos ayudo mucho a resituarlo todo. Mi posterior pareja me enseñó a ver el lado bueno de mi madre ya que la suya lo había abandonado bastantes veces de pequeño. Detalles como el que mi madre al marchar me preparara unos bocadillos y zumos o los múltiples detalles que tenía con nosotros cuando íbamos a su casa para el eran de una inmensa riqueza.
Y se invierten los papeles y un día eres tú la que cuidas de tu madre, la que batallas porque tome su medicación, la que pasa horas hablando sobre miles de cosas que no le explicarías a nadie pero a ella si porque es tu madre, y ya no hay culpas.

Siempre digo que todo lo malo tiene su lado bueno y es lo que me paso a mi cuando supe que sufría el Síndrome Post Polio, fue algo que nunca pude compartir con mi madre ya que ella ya vivía en el lado oscuro de la demencia, pero mejor así, no hubiera podido resistir ver ni un ápice de culpabilidad en su rostro.

El Síndrome Post Polio lleva por añadidura, en muchos casos, la búsqueda y el encuentro con otros que vivieron casi lo mismo que tu: en otras ciudades, en otros hospitales…..miles de niños no vacunados o vacunados con vacunas en mal estado enfrentándonos solos al dolor de las operaciones y la rehabilitación. En mi caso el dolor de las operaciones era compensado por el rostro amoroso de mi madre que aparecía allí cual milagro para llenarme de atenciones. De las imágenes de felicidad que guardo de mi infancia esas son las mejores. Miles de historias similares o aún más duras si caben, niños que se enfrentaron hasta a treinta operaciones y quince años de hospitalización, niños que caminaban cual robots cubiertos de hierros hasta el cuello. Niños a los que hacían caer para que se levantaran arrastrando sus hierros, niños que se hicieron adultos en un hospital del que nunca saldrían…..Hay de todo pero la constancia, el espíritu de superación y la posterior capacidad de resiliencia parecieron compensarlo todo.

En mi búsqueda obtuve respuestas y entre estas respuestas supe que mi madre nunca me mintió, no me vacunaron porque el régimen dictatorial de Franco negó una epidemia que entre 1955 a 1963 (años en los que ya existía la vacuna Salk) se llevó la vida de casi 2.000 niños dejando con secuelas más o menos graves a otros 15.000. En plena disputa entre los militares que controlaban la Dirección General de Sanidad y los falangistas que gestionaban el Seguro Obligatorio de Enfermedad por llevarse el gato al agua de lo que sería la sanidad del país, miles de familias españolas no podían costearse una iguala medica ni tenían sanidad pública y mientras se gastaban millones de pesetas en el gran monumento de Franco (el Valle de los Caídos era construido por los presos republicanos encarcelados) los niños españoles caían como chinches porque el gobierno español no quiso costear el precio de la vacuna no habiendo suficiente con eso se negó la eficacia de la vacuna (corría la voz de que era peligroso ponerla) y se negaba la pandemia.

Mi escrito, el de mi culpa traspasada a mi madre que es la misma culpa que ha acompañado durante su vida a miles de niños polio, viene a cuanto a que por fin se están destapando documentos que dan fidelidad a la epidemia de polio y a la falta de pulmones de acero (los médicos habían de decidir que niños vivían y cuales no podían entrar en un pulmón de acero cosa que los condenaba a morir, pero es que la cantidad de pulmones era mínima para tal avalancha de casos), digo que mi escrito viene al caso de ver la respuesta de una compañera polio a quien en su defensa acérrima del régimen (aún hoy en día), le impide ver la parte oscura de nuestra historia que es una parte de la memoria histórica de nuestro país, nos guste o no nos guste Franco y sus secuaces sembraron el terror y llegaron a la cima de los asesinos, por lo que hicieron y por lo que dejaron de hacer…….

Me imagino a mi madre, recorriendo el camino de Madrid a Membrilla en la Sepulvedana y dejándome allí en aquel hospital tétrico, veo sin ver el dinero que se ahorraba escrupulosamente de la economía familiar, para poder dar un billete de mil que abriera la puerta del hospital a mi madre fuera del horario de visitas. Y puedo imaginar sus tardes de domingo sin salir, porque en un pueblo de la Mancha profunda no hubiera estado bien visto que ella hubiera salido ni de paseo teniendo a su hija en un hospital a tantos kilómetros de allí. Y con los años puedo sentir su dolor y parte de esa culpa que yo me encargaba de recordarle con cada uno de mis gestos de insolente adolescente.

No fue tu culpa mama, tampoco fue la mía……..

Con la polio después de una sesión de rehabilitación con mi hermana Mari.....




7 comentarios:

  1. Mi querida Moli , no sé qué decirte simplemente que eres generosa inmensamente , tu texto está lleno de una realidad vivida y sentida por ti y en este caso tú madre , que como bien dices la hiciste sentirse culpable por algo que no estaba a su alcance o mejor dicho una mala información y por cosas colaterales , pero fuiste tú quien sufriste esa enfermedad. Te admiro amiga pq has sabido salir adelante con todo y eso es algo que tienes que tener muy en cuenta , eres grande nunca lo olvides y has superado cosas tremendas eso ha hecho de ti lo que eres UNA GRAN MUJER .
    Gracias siempre por compartir tu historia .Abrazos y feliz deseo sobre todo para ti y los tuyos .
    No olvides tu madre hizo lo que pensaba que era lo mejor para ti ..Muaklissssssss

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  2. Muy buen texto, Inma, duro y sentido, pero real. Pones en papel unos sentimientos que a muchos nos han embargado desde hace años.
    Es terrible, pero, por la cuestión que sea aunque no se me escapan los motivos, los nostálgicos del franquismo están envalentonados y lanzando al aire abiertamente sus mensajes retrógrados y mentirosos, como el de esa mujer, Mª Dolores, tanto como para negar que en este país se negó una vacuna durante ocho años que dejó a miles de niños muertos y a otros muchos miles más con secuelas paralíticas de por vida.
    Indignante, repulsivo y vergonzoso mensaje que no se debería permitir.
    Siento el dolor hacia tu madre. El dolor de tantos que no significa no saber afrontar el presente y el futuro, tampoco perder la sonrisa que nos empuja de cada mañana.
    La memoria está ahí, es nuestra, si la perdemos ¿qué nos queda?

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  3. Muy bien escrito, acompañando a un fondo duro, fuerte. Retrato vivo de cada uno de nosotros que distinguimos las particularidades de nuestros casos. Así yo me siento rebelde ante un Dios que lo permitió, no culpa de mis padres a quienes recuerdo en un afán de ayudarme a mejorar, sí, cuando me dio el polio no existía vacuna, no la habían inventado, mi madre hacia semanalmente en viaje azaroso desde la finca en Niquinohomo en carreta halada por bueyes, luego en tren hacia Managua y después en coche halado por caballos al Hospital para aplicarme diatermia. (mi padre no podía salir de la finca pues corría la 2a. Guerra y como Alemán estaba con la casa por cárcel. En fin todos los cuidados necesarios, tenia mi ortopeda que con pocos conocimientos del polio, enseñaba a mis padres los ejercicios que tenían que tenían que intervenir, un doctor muy observador y minucioso que no me indicó ni una cirugia, pero con mi padre diseñaron una ortesis para mi pierna. Eso me enojaba pero no era mayor problema.... y como arma efectivisima. Y siguió una vida de superación y mas éxitos que fracasos
    Lo malo es el pos polio, yo era una mujer activa, deportista, profesional y casi de pronto ahí estaba un dolor que se fue poniendo mas generalizado y profundo. Y adiós actividad, deportes, cargos profesionales, me jubile después de 49 años de trabajar, a los 62 años. Aqui si llore y me enoje furiosa
    porque tenia que dejar de ser super-mujer, aproveche el tiempo volviendo a mis escritos y llegue a publicar tres libros y tengo en edición otro, pero el pos polio no nos deja llevar a cabo lo que queremos, el dolor sale al rato de teclear, las piernas pierden fuerzas y necesito ayuda.
    Y me cuesta recibir ayuda. Ya le quite la culpa a Dios y a lo mejor un día de estos me reconcilio con el.

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  4. Tal cual, esa culpa que lleve en mis hombros por muchisimos años, y que en realidad no era ni mía ni de mi pobre madre que nunca asumió mi discapacidad

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  5. Extraordinario texto para reflexionar. Yo nunca busqué culpables, siempre dije "me tocó el bingo". Mis padres luego del ataque del virus se dedicaron a mí. Mamá dejó el trabajo y me llevaba todos los días a rehabilitación, mis primas me hacían en casa lo ejercicios indicados y mi papá me hacía masajes como si fuera un jugador de béisbol. Hasta una caída de un autobús sufrió mi madre cargándome, el feroz fierro de los aparatos le dio en su rodilla, de la cual padeció desde ese momento hasta el final. Mi madre me enseñó a ser fuerte, mi padre a veces se resquebrajaba, pero ella ante la gente y ante mí se mostraba firme. Creo que a veces era muy dura, hoy la entiendo. Nunca los culpé, más le preguntaba a Dios ¿Por qué?. Pero luego fue peor, vino el SPP y al igual que a muchos o a todos, justo cuando estás saboreando el fruto de tanto esfuerzo, cuando viene el ascenso profesional, una semana antes de la graduación de mi hijo como bachiller, me sienta en una silla de ruedas, por lo menos para salir, por ahora. Mi mamá no entendía lo que pasaba, ella tenía 91 años y sus piernas eran más fuertes que la mías. Enfermó y a los 91 y medio ascendió sin saber qué sucedía en mi cuerpo. El diagnóstico con sus características vino después. Gracias a Dios que no lo escuchó. Y aún el ¿por qué? ronda en mi mente y el bingo de la vida se multiplicó. Solo Dios sabrá ¿Por qué?. Pero seguimos adelante como guerreras y guerreros de la vida, que a veces nos resquebrajamos para surgir de las cenizas cual ave fénix.

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