No recuerdo en que momento comencé a
mirarme los rebaños con envidia, a veces incluso paraba el coche buscando entre
esos cientos montículos de lana, la cara pacifica del pastor o el ir y venir de
los perros pastores. La imagen traía hacia mí un halo de tranquilidad por
momentos una paz infinita, después arrancaba el motor intentando no pensar y
regresaba a mi vida.
Había sido muy duro, estudiar cuando tienes
una edad no es fácil y más cuando combinas la universidad con el trabajo, pero
mi sueño estaba allí, mis anhelos serian posible después de unos años de
libros, no fue fácil, pero conseguí aprobar hasta con matrícula de honor,
después inicié la odisea de buscar trabajo.
La empresa vinculada a una multinacional me
ofrecía sobre todo lo que más deseaba: posibilidades constantes de ascenso, no
me lo pensé dos veces y aunque me costó adaptarme al ritmo trepidante lo hice,
pero en el camino tuve que sacrificar algunas de mis aficiones.
No me importaba mucho porque los años de
estudio ya me habían acostumbrado a los sacrificios. Mi vida en pareja en esos
años era nula ni siquiera me había cuestionada si algún día seria madre, aunque
era un tren que era consciente que se me escapaba, pero en esos momentos mis
prioridades estaban en mi profesión.
En pocos meses fui ganándome la confianza
de mis superiores, cada vez me confiaban trabajos de mayor envergadura así que
en poco más de un año conseguí ser la máxima responsable de recursos humanos.
Mi ascenso rápido hizo que no gozara de mucha simpatía por parte de aquellas
compañeras que compaginaban trabajo e hijos. El hecho de tener que tomar
decisiones impopulares que llevaron a algunos despidos tampoco ayudó mucho, la
suerte era que el exceso de trabajo no daba demasiada tregua para pensar.
En tres años había conseguido estar situada
en los mandos superiores con un sueldo astronómico de más de seis cifras
mensuales, vivía en un apartamento de lujo y en mis vacaciones había podido
recorrerme medio mundo ¿Qué más podía desear?
Y de golpe un día el vacío existencial, mi
vida sin sentido, un día similar a otro viendo miles de caras, pero incapaz de
centrar mi mirada en unos ojos. Y en uno de esos días de prisas supremas
perdida en una carretera polvorienta, me encuentro un número incontable de
ovejas cortándome el paso, la mayoría eran marrón claro, pero había algunas
negras. Y detrás de ellas el pastor caminando con su paso tranquilo y
acompasado, sin nada que pudiera perturbarle ni siquiera el sonido del claxon
de mi coche.
Y fue justo en ese instante que desperté y
que como si se tratara de una casualidad siniestra me encontraba con rebaños
casi a diario. Simples ovejas a las que yo no dejaba de observar, pastores a los
que no podía evitar envidiar.
Mi decisión se dio por una bendita
casualidad, en mis viajes buscando la exquisitez de ciertos quesos me encontré
con Tomás un viejo pastor a punto de jubilarse. Formarme en medio de las ovejas
no fue difícil, conocer el nombre de cada una de ellas costó algo más, aprender
a elaborar quesos ya fue el sumum.
Según mis antiguos compañeros de trabajo,
fue una depresión la que me llevo en un descenso en picado hacia el infierno.
Pero yo que cada día entre montañas veo salir el sol siento que he conseguido
alcanzar el cielo.
Un cambio radical, cuesta salirse de la noria pero cuando se consigue la vida nos eleva a lo más alto de la satisfacción personal. Hace algunos años la directora de una prestigiosa revista y con una vida ordenada vendió su casa, dejo el trabajo y se fue de misionera. Sigue allí. Abrazos
ResponderEliminarDicen que las casualidades no existen que es el destino quien nos pone las señales y a tu protagonista fueron esas lindas ovejas las que la sacaron de su vida anclada al trabajo y más trabajo ..Los cambios y tomar decisiones nunca es fácil pero a veces es necesario para nuestra salud mental ..Un buen texto , encontrar la felicidad siempre merece la pena arriesgar.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo querida Moli muakkk.
Lo que para unos es estar abajo para otros es estar arriba y al revés. Es cuestión de criterios, prioridades y metas. Mira tú por dónde a tu protagonista el deseo de triunfar profesionalmente, resulta que no llegó a realizarla como persona (al menos de forma que ella esperaba).
ResponderEliminarBss.
Desgraciadamente, se nos enseña para lo primero y la vida no deja de poner zancadillas, para lo segundo.
ResponderEliminarBesos.
Un relato que nos advierte que aún del más bajo de los abismos se puede salir y casi siempre para gozar de una vida mejor.
ResponderEliminarLo importante es saber salir de los malos momentos, porque en la vida hay de todo, y no debemos sentirnos fracasados sino conseguimos nuestros propósitos.
ResponderEliminarUn buen relato, que incluso tambien se puede llegar a ver el sol desde otra perspectiva.
Besos.
Magnífico ejemplo de lo que en verdad nos llena y enriquece la vida. A veces no está tan alto el listón, solo es cuestión de perspectiva y prioridades.
ResponderEliminarMuy buen relato, querida amiga. Una visión maravillosa de ese impulso que, al final, nos hace llegar allí donde sentirnos plenos.
Un abrazo grande, y feliz día 😘
Muy bueno ese ascenso y esos rebaños, que en elos sueños, acabaron por dar una nueva vocación y destino
ResponderEliminarUn abrazo y feliz tarde, sin ovejas, o con buenos quesos artesanos, que de multinacionales ya estamos hartos
Tu relato es la prueba viviente de que no siempre para lograr lo que se desea hay que subir...La vida se nos pasa subiendo metas, subiendo posiciones, status, categorías, etc...pero nuestra felicidad empieza a decaer, nuestro tiempo de diversión, disminuye, asi como el tiempo con los hijos...
ResponderEliminarPor eso. regresar a lo básico, a lo que eramos antes de tanta tecnología, a veces es un ascenso a nosotros mismos...
Besosssss amiga..que tengas un lindo fin de semana
Una historia muy gráfica y conmovedora, Inma, a veces el ascenso rápido no nos da tiempo para ver el paisaje y sin querer, un día descubrimos que nos hemos equivocado en el rumbo. Por suerte al comprenderlo, podemos dar un giro y reformular nuestras metas. Un abrazo
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ResponderEliminarHola Molí: conozco un caso como el que explicaa. Le pasó a un ejecutivo de una gran empresa. Empezó a trabajar tres años antes y ya había alcanzado la cima. Pasó á ser el director general, de pronto, se despide. Al indagar el porque dejaba el puesto tan envidiadò por todos el sencillamente respondó: Gano demasiaido dinero y no tengo tiempo ni para ir al servicio.
ResponderEliminarAsí que prefiero vivir.