LUCIÉRNAGAS EN EL NEGRO
4- DE HALCONES Y DRAGONES
Se levanta pronto a
pesar de que ahora el confinamiento es más real. Frente a ella la
pantalla de la televisión se le presenta sin sonido, es extraño, seguro que con
los nervios de la noche anterior la dejo encendida, lo de dejarla en mute es
algo que suele hacer para desconectar cuando se pone al leer en el salón. No le
gusta tener la televisión en su cuarto, pero anoche tubo que doblegarse a las órdenes
de su hija.
Las imágenes, muestran
uno de aquellos antiguos programas de Felix Rodriguez de la Fuente, le da al
mute del mando y escucha una voz inconfundible que explica sus experiencias con
las rapaces. Se queda absorta con las imágenes en las que se muestran toda la majestuosidad
de un halcón en su vuelo, una brisa de aire fresco envuelve la habitación
mientras Pilar siente como grandes lagrimas resbalan por sus mejillas. Si en
algún momento ha sentido más de cerca la libertad ha sido ahora, justo unas
horas después de saber que el PCR ha dado positivo.
--Pilar—era la vecina
hondureña del tercero cuarta—usted podría estar pendiente de que mis niños no
salgan de casa mientras estamos en el trabajo. Solo un gritito si los escucha
por la escalera….
Y Pilar como siempre
asintió, consciente de que no iba a cumplir el encargo, ya se sentía demasiado vijilada por su trabajo como enfermera en el hospital, como para que ni
siquiera se insinuara que podía estar infectada por el virus y ella lo estaba.
Entró en el piso con la mascarilla puesta. Cumplió escrupulosamente con el
protocolo de entrada: bolso colgado fuera y desinfectado, ropa en una bolsa y
dispuesta para entrar en la lavadora, zapatos desinfectados…y se fue
directamente a la ducha. Mientras el agua casi quemando resbalaba por su cuerpo
pensó en Mariona y en cómo le daría la noticia. Aunque en las últimas semanas,
su hija vivía encerrada en el mundo de su habitación, Pilar suponía que esta
actitud se debía a una muestra más de rebeldía y más ante un hecho del que no
podía culpabilizarla a ella. Ya no discutían, pero tampoco hablaban mucho.
Se lo soltó de sopetón
con la mascarilla puesta y manteniendo las distancias.
--Mariona he dado
positivo—le dijo mirándola fijamente a los ojos—no me queda otra que mantenerme
encerrada en mi habitación. Me han dado una lista de instrucciones que tenemos
que cumplir a rajatabla. Lo siento mucho, hija….
Como siempre pudo más en
ella el sentimiento de culpabilidad y un llanto descontrolado siguió a su
confesión. Su hija, hizo amago de ir a abrazarla, cosa que no hacía desde muchos
meses atrás, Pilar solo pudo hacer un gesto para evitarla.
--No puedes acercarte a
mí, no puede haber contacto físico, lo siento Mariona…
--Mama no te preocupes—dijo
su hija intentando esbozar una sonrisa—que, en ausencia de la capitana mayor,
en este barco paso a ser yo la capitana...Ahora déjame las instrucciones del
manejo y vete a tu cuarto ¡pero ya!
En segundos, salió de
nuevo a flote el gran sentido del humor de ambas de la misma forma en que
Mariona, la hija que hasta hacía unos instantes había tenido como
irresponsable, comenzó a tomar decisiones. Entre ellas, la de poner la única
televisión del que disponían en la habitación de su madre.
--Yo tengo diez mil
formas de entretenerme—le dijo—a ti no te queda otra que no moverte de doce
metros cuadrados.
A partir de ese
momento, su vida se reduciría exactamente a eso en cuanto a espacio vital: doce
metros cuadrados y sus salidas perfectamente controladas hacía el cuarto de
baño. Su niña demostró su madurez haciéndose cargo de todo, desde la compra, la
cocina, la desinfección escrupulosa hasta el meter de forma precisa su ropa en la lavadora.
En las largas noches de
insomnio a causa de la tos constante, se centraba en la imagen del halcón; en
su mirada fija con un propósito concreto dispuesto para la caza, en aquel vuelo
espectacular con el que bajaba desde los riscos más altos hasta quedar en un
vuelo rasante con las alas extendidas en toda su amplitud. Cada año, en la
feria de las alojas[i]
de Banyoles, solía aparecer un entrenador de rapaces, los primeros años
acompañada de su marido y de su hija solían asistir a su espectáculo donde este, mostraba sus habilidades como entrenador de diferentes aves rapaces. Desde
hacía unos años que dejaron de ir después de que Mariona se negará.
--Que no veis que
intenta domesticarlas—les dijo—a mí no me engaña, las rapaces tienen que estar
libres, no se pueden utilizar para lucrarse.
No supo nunca de donde
le vino esta vena animalista a su hija, pero ella respetó su decisión y para ellos se
acabaron los espectáculos en los que utilizaban a los animales, también se acabaron
las visitas que realizaban cada año al zoo de Barcelona.
Quince días después de
su confinamiento total, comienza a encontrarse mejor, es un día atípico de Sant
Jordi, sin paradas de libros y rosas, aunque a ella ya hace años que no le
regalan rosas.
--Sorpresa mama—es la
voz de su hija desde la puerta de la habitación. Cuando abre la puerta, junto a
la bandeja con su desayuno encuentra un precioso dragón de papel maché realizado
por su hija sin duda, junto a una escueta nota:
“Ya sabes que del día
de Sant Jordi yo me quedo con el dragón, los dragones son amuletos de la
suerte. Ya te queda menos mama, te está esperando mi abrazo. Mil besos. Mariona”.
Que relato tan lindo a pesar de dar positivo volvió a reencontrarse con el amor de su hija ..a veces las cosas pasan por algo ..
ResponderEliminarUn abrazo gusto leerte.