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jueves, 30 de abril de 2020

LUCIÉRNAGAS EN EL NEGRO: DE HALCONES Y DRAGONES


LUCIÉRNAGAS EN EL NEGRO





4- DE HALCONES Y DRAGONES

Se levanta pronto a pesar de que ahora el confinamiento es más real. Frente a ella la pantalla de la televisión se le presenta sin sonido, es extraño, seguro que con los nervios de la noche anterior la dejo encendida, lo de dejarla en mute es algo que suele hacer para desconectar cuando se pone al leer en el salón. No le gusta tener la televisión en su cuarto, pero anoche tubo que doblegarse a las órdenes de su hija.

Las imágenes, muestran uno de aquellos antiguos programas de Felix Rodriguez de la Fuente, le da al mute del mando y escucha una voz inconfundible que explica sus experiencias con las rapaces. Se queda absorta con las imágenes en las que se muestran toda la majestuosidad de un halcón en su vuelo, una brisa de aire fresco envuelve la habitación mientras Pilar siente como grandes lagrimas resbalan por sus mejillas. Si en algún momento ha sentido más de cerca la libertad ha sido ahora, justo unas horas después de saber que el PCR ha dado positivo.

--Pilar—era la vecina hondureña del tercero cuarta—usted podría estar pendiente de que mis niños no salgan de casa mientras estamos en el trabajo. Solo un gritito si los escucha por la escalera….

Y Pilar como siempre asintió, consciente de que no iba a cumplir el encargo, ya se sentía demasiado vijilada por su trabajo como enfermera en el hospital, como para que ni siquiera se insinuara que podía estar infectada por el virus y ella lo estaba. Entró en el piso con la mascarilla puesta. Cumplió escrupulosamente con el protocolo de entrada: bolso colgado fuera y desinfectado, ropa en una bolsa y dispuesta para entrar en la lavadora, zapatos desinfectados…y se fue directamente a la ducha. Mientras el agua casi quemando resbalaba por su cuerpo pensó en Mariona y en cómo le daría la noticia. Aunque en las últimas semanas, su hija vivía encerrada en el mundo de su habitación, Pilar suponía que esta actitud se debía a una muestra más de rebeldía y más ante un hecho del que no podía culpabilizarla a ella. Ya no discutían, pero tampoco hablaban mucho.

Se lo soltó de sopetón con la mascarilla puesta y manteniendo las distancias.
--Mariona he dado positivo—le dijo mirándola fijamente a los ojos—no me queda otra que mantenerme encerrada en mi habitación. Me han dado una lista de instrucciones que tenemos que cumplir a rajatabla. Lo siento mucho, hija….

Como siempre pudo más en ella el sentimiento de culpabilidad y un llanto descontrolado siguió a su confesión. Su hija, hizo amago de ir a abrazarla, cosa que no hacía desde muchos meses atrás, Pilar solo pudo hacer un gesto para evitarla.

--No puedes acercarte a mí, no puede haber contacto físico, lo siento Mariona…

--Mama no te preocupes—dijo su hija intentando esbozar una sonrisa—que, en ausencia de la capitana mayor, en este barco paso a ser yo la capitana...Ahora déjame las instrucciones del manejo y vete a tu cuarto ¡pero ya!

En segundos, salió de nuevo a flote el gran sentido del humor de ambas de la misma forma en que Mariona, la hija que hasta hacía unos instantes había tenido como irresponsable, comenzó a tomar decisiones. Entre ellas, la de poner la única televisión del que disponían en la habitación de su madre.

--Yo tengo diez mil formas de entretenerme—le dijo—a ti no te queda otra que no moverte de doce metros cuadrados.

A partir de ese momento, su vida se reduciría exactamente a eso en cuanto a espacio vital: doce metros cuadrados y sus salidas perfectamente controladas hacía el cuarto de baño. Su niña demostró su madurez haciéndose cargo de todo, desde la compra, la cocina, la desinfección escrupulosa hasta el meter de forma precisa su ropa en la lavadora.

En las largas noches de insomnio a causa de la tos constante, se centraba en la imagen del halcón; en su mirada fija con un propósito concreto dispuesto para la caza, en aquel vuelo espectacular con el que bajaba desde los riscos más altos hasta quedar en un vuelo rasante con las alas extendidas en toda su amplitud. Cada año, en la feria de las alojas[i] de Banyoles, solía aparecer un entrenador de rapaces, los primeros años acompañada de su marido y de su hija solían asistir a su espectáculo donde este, mostraba sus habilidades como entrenador de diferentes aves rapaces. Desde hacía unos años que dejaron de ir después de que Mariona se negará.

--Que no veis que intenta domesticarlas—les dijo—a mí no me engaña, las rapaces tienen que estar libres, no se pueden utilizar para lucrarse.

No supo nunca de donde le vino esta vena animalista a su hija, pero ella respetó su decisión y para ellos se acabaron los espectáculos en los que utilizaban a los animales, también se acabaron las visitas que realizaban cada año al zoo de Barcelona.

Quince días después de su confinamiento total, comienza a encontrarse mejor, es un día atípico de Sant Jordi, sin paradas de libros y rosas, aunque a ella ya hace años que no le regalan rosas.

--Sorpresa mama—es la voz de su hija desde la puerta de la habitación. Cuando abre la puerta, junto a la bandeja con su desayuno encuentra un precioso dragón de papel maché realizado por su hija sin duda, junto a una escueta nota:

“Ya sabes que del día de Sant Jordi yo me quedo con el dragón, los dragones son amuletos de la suerte. Ya te queda menos mama, te está esperando mi abrazo. Mil besos. Mariona”.





[i] Hadas de agua




1 comentario:

  1. Que relato tan lindo a pesar de dar positivo volvió a reencontrarse con el amor de su hija ..a veces las cosas pasan por algo ..
    Un abrazo gusto leerte.

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