Páginas

martes, 12 de mayo de 2020

LUCIÉRNAGAS EN EL NEGRO: LA LOCA DE LOS GATOS RUBIOS

LUCIÉRNAGAS EN EL NEGRO



7-LA LOCA DE LOS GATOS RUBIOS

Aquel día estaban todos concentrados, a Teresa le pareció que la estaban esperando, todos rossos[i] de pelaje. De ocho a diez gatos aparecían ante ella según el día. No recordaba que antes le hubieran gustado los gatos, si más no le eran indiferentes. Los perros eran otra cosa, hacían más compañía y eran más obedientes.

De todas formas, tampoco estaba muy segura de las cosas que le gustaban, desde que cuarenta años atrás se casó con Paco había ido renunciando a un sinfín de cosas. No es que fueran muy diferentes, o al menos eso era lo que le parecía a ella, una vez casados dejaron su pueblo de Extremadura atrás y se instalaron en Banyoles. En esta población encontraron trabajo y nació Laura su única hija.

Junto a las bolsas de basura mantenía escondida una pequeña bolsa con comida para  gatos, también llevaba alguna bandeja de plástico por si no encontraba las anteriores. Los fue llamando a cada uno por su nombre, nombres que en los casi dos años que llevaba junto a las otras voluntarias habían elegido al azar. El grupo de gatos de los que Teresa se hacía cargo eran bastante sociables, nada que ver con los de otras colonias de la población.

Salía a escondidas a pesar de saber que en este caso y a pesar del confinamiento, las leyes la amparaban. Era una más de las voluntarias que se hacían cargo de los gatos de la calle y el Real Decreto sobre el Estado de Alarma había sido bastante benévolo con los animales. Salía a escondidas porque si Paco se enteraba se la iba a liar y Teresa ya tenía bastante con estar escuchando los exabruptos de su marido hacía cualquiera que no cumpliera las normas, tal y como él creía que se habían de cumplir.

Teresa fue consciente del sinsentido de su vida justo al día siguiente de su jubilación. Su vida social se limitaba a sus relaciones con las compañeras de trabajo, la salida a alguna comida de empresa y poco más. No era una persona muy abierta ni con alguna ambición que fuera más allá. Laura, su hija, hacía años que se había emancipado y que vivía en Barcelona teniendo otra mujer por compañera. De este hecho, del de las tendencias sexuales de su hija estaba prohibido hablar en casa, era terreno prohibido, como muchas otras cosas en su matrimonio. Este era el motivo por el que se veía obligada a llamarla por el móvil a escondidas y a que hubiera estado unos tres años sin verla.

Pero los gatos lo cambiaron todo. Antes de que se apoderara de ella aquella inmensa oscuridad de las mañanas, se decidió a hacer lo que hacían la mayoría de sus compañeras de trabajo ya jubiladas: dar la vuelta a l’estany de Banyoles el deporte por excelencia de la mayoría de los banyolines.

Empezó a ir sola porque no le interesaban las conversaciones de sus antiguas compañeras, ella era una persona reservada a quien no le gustaba estar al tanto de la vida de nadie. Fue unas semanas después de iniciar sus paseos que se encontró con dos preciosos gatos amarillos y fue a partir de ahí que cada día les llevaba algunas cosas para comer. Así se los hizo suyos; a esos dos y a unos cuantos más.

Con las voluntarias, dos chicas jóvenes, se encontró en una mañana de invierno cuando costaba algo más que salieran de sus escondrijos.

--Así ¿eres tú? —le dijeron

-- ¿Yo que? —pregunto algo atemorizada, pensando que estaba haciendo algo prohibido.

--No, no pasa nada—le respondió la que llevaba el cabello corto—más que nada es que desde la asociación intentamos trabajar de forma coordinada, así no se dan tantas quejas de los vecinos.

Ese mismo día se informó de todo lo que tenía que hacer para colaborar como voluntaria en el cuidado de los gatos que vivían en la calle, asistió a alguna charla en la que se le dieron diferentes conocimientos en cuanto a temas de salud, de alimentación, la importancia de las esterilizaciones. Nunca imagino que la vida de los gatos fuera tan interesante y tan llena de riqueza. En esos días Paco, que parecía estar al tanto de todo empezó a tratarla con sarcasmo:

--No me digas que te has convertido en una loca de los gatos, vamos que ni se te ocurra traerte alguno de esos bichos al piso…

Y Teresa que se moría de ganas de ir más allá, sobre todo cuando aparecía algún gato abandonado que hasta ese momento había vivido con una familia, o cuando alguna gata descontrolada había parido un gran número de pequeños. Eran esos días en los que lo llenaban todo de avisos pidiendo manos, cuando necesitaban urgentemente personas adoptantes o de acogida. Y Teresa tenía sitio de sobra en su piso de cuatro habitaciones con terraza y unas ganas inmensas, pero estaba Paco...

En los dos años que llevaba como voluntaria, se le había abierto un nuevo mundo al margen de su cada vez más insoportable vida con Paco. Había sido capaz de desplazarse a escondidas de su marido a Barcelona a ver a Laura y a la compañera de esta. Este hecho, estrechó las relaciones madre e hija, las cuales hicieron el pacto de encontrarse cada quince días; unas veces en Barcelona y otras en Girona. Total, con el AVE era un plis plas, pero el confinamiento pareció cambiarlo todo. Ahora su relación se mantenía a través de la pantalla del móvil y a escondidas de su marido.

Ponía como excusa el ir a tirar la basura porque Paco ya se lo había dejado clarito:
--Ahora ni se te ocurra acercarte a los gatos, porque como te encierren en la cárcel yo no pienso mover ni un dedo…

Ese día había quedado con Sonia, otra voluntaria jubilada pero que a diferencia de ella podía hacer de voluntaria acogedora. Aprovechando que llevaban comida a los gatos rubios iban a encontrarse con un periodista interesado en el trabajo de las voluntarias durante el confinamiento.

El sonido de una ambulancia rompió el silencio matinal,era algo que pasaba bastante en los últimos días. En voz baja como siempre solía hacer pidió suerte a un Dios en el que aún creía.

--Anda que los periodistas siempre tan puntuales---dijo Sonia—y tu ¿ya has pensado en lo que hablamos el otro día?

Teresa asintió, cada día más convencida de tomar la decisión correcta.

---Pero ¿será que si o que no?

--Más bien que si creo—dijo con la cara radiante—vamos si aún mantienes la oferta…

--Mira que eres tonta—dijo Sonia sonriente.

--Perdonar el retraso—un periodista de cabeza rapada y cuerpo dinámico rompió el halo de sonrisas cómplices—es que ha pasado algo a l’estany, han encontrado a una mujer muerta.

Nunca antes de estos días, Teresa había sido tan consciente de la vulnerabilidad humana. De la levedad y futileza de la vida la cual pasaba en un sin sentir, y no pudo evitar el pensar en su futuro y en la promesa que el día que empezó todo esto del COVID se había hecho a si misma. Y es que en cuanto finalice el estado de alarma, Teresa hará sus maletas y se irá a compartir piso con Sonia, por fin podrá convivir con sus adorados gatos y seguro que alguno de ellos será rubio.





[i] Rubios





1 comentario:

  1. Este estado de alarma nos esta enseñando a priorizar nuestras vidas y seguro que Teresa hará lo correcto, la vida se vive una vez y cuando se tiene una edad hay que pensar que los días que nos queden deben ser felices o al menos intentarlo, y ella esta claro que Paco no es su felicidad ..
    Un abrazo y un besote grande.

    ResponderEliminar