OJALÁ

 

OJALÁ

Creo que cuando las nubes bajan a la tierra, un trocito de cielo se escapa para acariciar al mundo, no se si es por eso que me siento feliz en los días en los que la niebla es más espesa, en esos momentos en los que algo que va más allá del misterio en los que florezco cual reina de la primavera.

Ojalá ese manto espeso esté compuesto por miles de partículas sanadoras, ojalá esa música que se filtra por mis oídos no pare de sonar, ojalá sea el preámbulo de una magia que despierte tantas almas adormidas. ¡Ojalá!

Nos dijeron, bueno, nos dijimos, que todo iba a cambiar para bien, que después del miedo resurgiríamos con más fuerza, que recuperaríamos nuestra condición más humana. Aquella que llevábamos años dejando tras nuestro. Pero no, soy demasiado inocente a pesar de mi edad, ya lo sé.

Pero han vuelto los días grises, aquellos en los que tanteas en la penumbra. El sol brilla menos y no es cuestión del invierno y hay días que a pesar de su resplandor me cuesta encontrar mí propia sombra reflejada en la luminosidad del sol. Es por eso que me gusta perderme en la opacidad de la niebla, para no ser, para no estar, para rozar aquel trocito de cielo que se ha podido escapar.

Ojalá, es un canto a esa esperanza que muchas mañanas me cuesta despertar. Ojalá dentro de unos días no estemos tristes. Ojalá a pesar de todo salgamos adelante. Ojalá vuelva a ver en tu cara esa sonrisa que arranca destellos de la mía. Ojalá vuelva a sentir como haces brotar las notas de tu piano.

Y me revuelvo contra esa norma no escrita que parece premiar a los mediocres y tirar a la basura a las personas bellas. Ojalá, ojalá tantas cosas que hoy me parecen imposibles. El camino se ha vuelto a llenar de barro y no hay calidez que pueda limpiarlo. Por eso prefiero a la niebla que todo lo cubre, que no me deja ver al mundo. Es como si ese cielo, donde sé que habitan aquellos que ya no son, nos empujara a sus adentros.

Ojalá tantas cosas, ¡Ojalá!