ALMUDENA
LA DANZA
Ufff cuanta vida me dio la danza, era feliz sacaba lo mejor de mí, Tenía unas ganas locas que llegara el viernes para ir a danzar a Biarritz, cuando llegábamos nos cambiábamos, empezábamos con un calentamiento estirando brazos, cuerpo y piernas, corríamos de un lado a otro todo era un juego, luego Deva la profesora montaba coreografías, nos reíamos un montón, salía de mi esa niña picara, inocente con todos los sentidos puestos en aprender, en disfrutar.
Llevo años haciendo danza, hice muchos espectáculos en público. En el grupo que estaba haciendo la coreografía teníamos una complicidad total ellos experimentaban con la silla de ruedas y yo con ellos, el deslizar con la mano el aro de la silla para avanzar, para girar dando vueltas que no paraban, todo eran sensaciones, creo no haberme reído igual nunca más se podría decir que era muy feliz, mis brazos se movían con el ritmo de la música y yo y la silla éramos una, esa sensación de libertad, de paz, el movimiento me trasporta al corazón y el alma, era una mariposa, cuando me dejaba llevar por el otro sentía una confianza de todo mi cuerpo, las manos se tocaban con fuerza y a la vez con suavidad todo era respetuoso, pasábamos tres horas danzando, compartiendo un espacio que pasaba volando Para mi fue mi mejor terapia el dejarme fluir entre piernas por encima, por debajo, brazos que arropaban mi cuerpo y yo el de ellos, el movimiento me hacía crecer, sentir mi equilibrio.
Era volar, soñar y soltar todo lo que llevaba dentro. Aprendí mucho de mi cuerpo, y acepte la silla de ruedas de otra manera, formaba parte de mí, era una herramienta mas donde todos disfrutábamos. Cuando teníamos una representación, eran los nervios los que se me ponían en el estómago, la adrenalina subía, no me acordaba de los pasos, risas y lágrimas se veían en los camerinos, hasta que al final en el escenario, cuando subían cortinas, todo cobraba sentido me dejaba ir, todo en su sitio, todos compenetrados, salía perfecto, buaaa, como fluían nuestros cuerpos se generaba tal magia que todo desaparecía solo se quedaba la esencia, el cuerpo, la música. Hace unos años tuve que dejar la danza, aunque la verdad no la deje nunca, siempre que puedo estoy danzando, más pausadamente, con la conciencia en mi cuerpo ya más desgastado.
Se trata de eso, de disfrutar al máximo. Con el cuerpo y con la imaginación. Siempre se puede bailar. Un abrazo.
ResponderEliminarCon qué intensidad e íntimo placer nos hablas de esa tan importante actividad que has tenido la oportunidad de explorar, sacando lo mejor de tu capacidad expresiva. Un placer leer todo ese cúmulo de sensaciones. Un abrazo y bienvenida a nuestros jueves, Almudena
ResponderEliminaren sintonia con el mundo, sintiendo que todo y todos somos polvo de estrellas, en conjunción perfecta Un abrazo
ResponderEliminarUn buen relato de lo que parecen tus vivencias, los sentimientos que generan el poder realizar algo que en un principio creías vetado por una discapacidad... Es la primera vez que oigo hablar de ese tipo de danza, tan solo he visto algunos videos de jugadores de baloncesto en sillas de ruedas en un juego adaptado a sus condiciones. Me gusta que se posibilite la opción de disfrutar de ese arte o deportes al adaptarlo a las condiciones de esas personas, también tienen derecho a disfrutar del mismo.
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