CONVOCATORIA JUEVERA PARA EL JUEVES 11 DE ENERO DE 2024. ESTA SEMANA LA AMIGA MÓNICA DESDE SU BLOG NEOGEMINIS NOS INVITA A ESCRIBIR....
VIKINGO
Para Olaf
La primera vez que se encontró
ante la angosta escalera no pudo evitar pensar en sus amigos, en aquellos
chicos de familias pudientes que poco o nada tenían que ver con la suya. Vivir
en una población donde lo que más que cuenta es pertenecer a una de esas
familias de toda la vida, era lo que tenía, había antros que era necesario
evitar, pero el iba a entrar de lleno en uno de ellos. No es que le importara mucho,
había vivido ya tantas cosas en sus doce años que no importaba una más. Por lo
menos iban a vivir en el centro, en un viejo edificio destartalado, pero en el
centro. La única diferencia, era que en esta nueva aventura ya no contaría con
el apoyo incondicional de sus hermanos mayores los cuales hartos ya de mudanzas
y de obligaciones habían decidido emanciparse del núcleo familiar. ¡Lo que
daría él por crecer deprisa para escapar de todo!
Era el chico con nombre de
vikingo, aunque según supo más tarde su nombre era una especie de homenaje de
su madre a un político sueco que murió asesinado unos años más tarde de que el
naciera. Entró en el viejo edificio
cruzando la puerta desvencijada y subió las escaleras sin luz ya que estas carecían
de instalación eléctrica. Fue entrar en la oscuridad del piso donde a partir de
entonces le tocaría vivir y reprimir un gemido. Sabía que ya no estaría la
hermana mayor con la única que era capaz de compartir sus pequeñas
preocupaciones y con un nudo en la garganta se tragó el llanto. Ese día marco
un antes y un después, ese día el niño tuvo que asumir muchas de las
obligaciones que atañen a los hombres.
Pequeño vikingo de cabello oscuro
a quien le tocó lidiar con las obligaciones que antes pertenecían a sus
hermanos. Había sido el cuarto de una hermandad, que llego como un regalo para sus tres
hermanos adolescentes y que ahora se ahogaba en la soledad de unos padres que habían
invertido los papeles entre padres e hijos. Aunque muchas veces, su parte infantil
lo empujaba escaleras abajo al mundo de los juegos con los amigos de barrio,
con un sueño latente ¡huir! En cuanto creciera, en cuanto fuera posible.
Aprendió a valorar como nunca los
ratos en que aparecían sus hermanos, los detalles de su hermana o cuando su
hermano mayor lo enseñó a conducir unos meses más tarde. Las comidas familiares
de los sábados en los que parecía que todo continuaba igual e incluso mejor que
en los meses que su madre se fue de casa y su hermana, demasiado joven aún, se
hizo cargo de todo. Pero eso era agua pasada y prefería no pensar.
El tiempo pasó y nunca se le
ocurrió pensar la de veces que subió aquellas escaleras oscuras y húmedas. El
chico creció sabiendo siempre que pocas veces podía contar con sus progenitores
sino todo lo contrario. Aceptar que no te quieren, simplemente porque no saben
querer, es duro y el remolinaba sus cabellos entre sus dedos quitándose esos
pensamientos de encima. No pensar, no sentir, creer que todo puedes cambiarlo,
que todo puede ser diferente…
Treinta años después miraba a su
hijo, las escaleras quedan lejos pero aún aparecen en sus pesadillas. Con su
hijo lo estaba haciendo bien, le estaba dado una infancia totalmente diferente a la
suya. Tendría que ser feliz, era reconocido en su trabajo, tenía una mujer, un
hijo una vida cómoda, amigos, hobbies… Pero los fantasmas de una infancia malvivida
pululaban a su alrededor ¿Por qué no lo quisieron? ¿Por qué nunca fue reconocido? Una vez más, aparecían las escaleras angostas
en la oscuridad de un abrazo… ese día dejó de sufrir, o al menos es lo que
queremos creer y nos hace estar más tranquilos, la muerte elegida deja un dolor latente que no se borra. Y es que lo que es seguro es
que el amor que no se recibe en la niñez, no se recuperará nunca.
La infancia es ese lugar donde "obligatoriamente" se debe ser feliz, juegos, meriendas y achuchones de la abuela, cuando eso falla se crece con carencias. Triste pero buen relato. Abrazos
ResponderEliminarHola Molí, ¡vaya final! ¡Extraordinario! Una reflexión tan grande como una casa. Siempre es necesario recibir amor, sobre todo, de la familia y si ellos no lo hacen..., mal vamos. Muy buen relato, bien narrado y con la escalera de los recuerdos de fondo.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Frase genial, la última que nos dejas. Y un relato donde hay de todo.
ResponderEliminarLa infancia debería ser estupenda para todos los niños, en ella si uno es feliz nuestra vida de adulto será mucho mas positiva y eso se nota en el carácter y la actitud del adulto.
Un beso, Molí.
Es notable cómo los objetos van transformándose con el uso y se adaptan a la forma en la que las personas los utilizamos y vivimos, de ahi que resulte creible pensar y sentir que parte de nosotros se preserva en los sitios que habitamos y en las cosas que manipulamos. Entrañable historia la que nos traes con este personaje que, intuyo, tiene mucho de real y sentido. Un fuerte abrazo, Moli y gracias por participar
ResponderEliminarSon muchos los momentos que conforman lo que somos, muchos los instantes cuyo recuerdo remueve nuestras fibras más internas doliendo o alegrándonos. Sin embargo, la infancia es la etapa de nuestras vidas donde más situaciones influyen en lo que seremos más tarde.
ResponderEliminarBuen relato con esa escalera como protagonista de la infancia. Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
Hola Moli, cuatro participantes elegimos la misma imagen. Y es que las escaleras son muy evocadoras. Maravilloso texto con un final espectacular. Y es que es tan necesario recibir amor en la infancia. Al menos el supo hacerlo con su hijo y elegir el momento de su marcha. Excelente historia. Me encantó. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarUna historia trágica pero muy bien contada! Efectivamente lo vivido en la infancia nos marca para siempre! Un abrazote!
ResponderEliminarSe me erizo la piel, y ahora entiendo porque estas escaleras son motivos de muchas cosas. Y si, todos deberíamos tener una infancia feliz, pero no todos tienen la suerte, hasta muchos son huérfanos en un seno familiar.
ResponderEliminarExcelente relato!
Un abrazo Molí :)
Magnífico relato, nos has llevado por esas escaleras al fondo del dolor de una infancia (sentida) sin afectos. Es tremendo eso que parece haberse convertido en una exigencia, la de ser feliz, exigencia que puede convertirse precisamente en un impedimento, no ya para ser feliz, quién lo es todo el tiempo? sino para llegar a quererse uno mismo. Ay, si he entendido bien el final este es el segundo suicidio que leo en un ratito. La depresión es una plaga. Abrazos.
ResponderEliminar"Y es que lo que es seguro es que el amor que no se recibe en la niñez, no se recuperará nunca. "
ResponderEliminarUna carga que no cede; y por más que se intenta hacerlo bien y no cometer los mismos errores, eso no desaparece, como una mancha que no desaparece.
Un abrazo
Pues no sé si ayudó mucho a su hijo que se suicidara, aunque fuera cuando el hijo ya estaba acomodado.
ResponderEliminarse queda la gente de tu alrededor sin entender nada.
Es como : " me voy que yo ya he cumplido".
Triste finsl cuando ofrecía que todo iba para srriba, pero como siempre, la procesión va por dentro
abrazooo
La escalera quedó como un símbolo de oscuridad, temor, de carencias.
ResponderEliminarEn cierta forma, logró superar todo eso, con una esposa y un hijo, trazando por su propio camino. Pero se dejó vencer por ese pasado, cuando podría haberlo afrontado. Y ha dejado una carga, con su suicidio.
Bien contado. Un abrazo.
Fue un vikingo que luchó contra los demonios de su infancia. La frase: "Aceptar que no te quieren, simplemente porque no saben querer" me ha llegado al corazón *.*
ResponderEliminarUn besazo, Molí