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lunes, 13 de abril de 2020

AE. ORDEN Y DESORDEN: DOMINGO

AULA DE ESCRITURA DE GIRONA
PROFESOR: JOAQUIM NOGUERÓ

8- ORDEN Y DESORDEN EN UN TEXTO


DOMINGO

Eres consciente de que no puedes saltarte ni un solo paso del protocolo, ya llevas días practicando, aunque en realidad no sabes si funcionará. Abres la puerta del piso con los guantes puestos. Te quitas el anorack y lo cuelgas en la parte del armario dedicada a ese fin: solo los anoracks y chaquetas que salen a la calle. Te sientas en la silla y siguiendo el ritual te quitas las botas, las pones en la bolsa de basura junto al pantalón y el jersey. Cierras la bolsa, dejas la ropa en la lavadora y las botas en el pequeño balcón del lavadero. Cierras la puerta, te quitas los guantes de latex y te lavas convulsivamente las manos con jabón. Ahora ya puedes abrir la puerta de acceso al salón comedor y vestirte de nuevo.

Decidiste salir porque es domingo, porque dentro de esa rueda de horror y noticias que evitas escuchar, necesitas algo que te recuerde que es domingo. Raramente vas a la panadería a comprar dulces ni que sea domingo, pero hoy lo haces para marcar la diferencia con el resto de una semana sin salir salvo contadas ocasiones y hoy es domingo.

En la cocina, preparas con sumo cuidado los rozos de coca de crema y los pequeños cruasanes, mira por donde tú que prefieres hacer los pasteles en casa, hoy estas feliz de haber podido salir a buscarlos. Colocas el plato en una bandeja junto a las tazas y la leche vegetal. Hoy a pesar del fresco matinal desayunaras en el balcón, sintiendo como la vida se ha detenido en la calle.

El cartel cuelga del balcón, un gran arco iris de colores acompaña una frase: tot anirá bé. Sabes que es un grito a la esperanza, es la primera vez que lo ves, pero en tu recorrido hacía la panadería podrás ver algunos más. No puedes evitar comparar este estallido multicolor con la guerra de banderas y las diferentes reivindicaciones que durante meses han ocupado balcones y ventanas en tu pequeña ciudad. En esa sensación de irrealidad en la que vives prefieres que todos estén unidos por una misma causa.

Vas mojando los pequeños cruasanes en tu taza con leche vegetal, a pesar de las recomendaciones te cuesta tomar las cosas calientes. Abajo, en la piscina, escuchas el chapoteo del agua. La valiente señora va nadando a pesar del estado de alarma, nadie dirá nada, lo sabes. Es como si hubiera una especie de pacto entre todos los vecinos. Hace unos días hablaste con ella y te explicó que sufre Parkinson y que necesita nadar a diario para no perder movilidad, que no ha dejado de hacerlo ni en los días más gélidos.

Miras los ojos de Quima a través de la mascarilla, hace tiempo que os conocéis y te encanta su simplicidad y su inocencia. Hoy podéis deciros pocas cosas un grupo de gente espera en la calle respetando escrupulosamente las distancias de seguridad. Le pides la coca y los cruasanes y no habláis mucho más, un simple saludo, una sonrisa y te despides diciéndole que se cuide.

Desde la noche en que rompiendo la norma te escapaste junto a tu compañero hacia el lago y en el camino te paró un coche de la policía local, sales con miedo. Antes de salir estudias escrupulosamente todo el recorrido posible con el agravante de que como este es un barrio nuevo para ti a veces coges la calle equivocada. Suerte que el camino a la panadería te lo conoces al dedillo, pero aun así vas intranquila. Durante demasiados días estas escuchando como gran parte de la responsabilidad de lo que sucede cae de lleno, en aquellos que rompen las normas. No se pueden romper, aunque hoy sea domingo, aunque necesites saber que es domingo y que, a pesar de todo, la vida continua fuera de tu piso.


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