PROFESOR: JOAQUIM NOGUERÓ
8- ORDEN Y DESORDEN EN UN TEXTO
DOMINGO
Eres
consciente de que no puedes saltarte ni un solo paso del protocolo, ya llevas
días practicando, aunque en realidad no sabes si funcionará. Abres la puerta
del piso con los guantes puestos. Te quitas el anorack y lo cuelgas en la parte
del armario dedicada a ese fin: solo los anoracks y chaquetas que salen a la
calle. Te sientas en la silla y siguiendo el ritual te quitas las botas, las
pones en la bolsa de basura junto al pantalón y el jersey. Cierras la bolsa,
dejas la ropa en la lavadora y las botas en el pequeño balcón del lavadero.
Cierras la puerta, te quitas los guantes de latex y te lavas convulsivamente
las manos con jabón. Ahora ya puedes abrir la puerta de acceso al salón comedor
y vestirte de nuevo.
Decidiste
salir porque es domingo, porque dentro de esa rueda de horror y noticias que
evitas escuchar, necesitas algo que te recuerde que es domingo. Raramente vas a
la panadería a comprar dulces ni que sea domingo, pero hoy lo haces para marcar
la diferencia con el resto de una semana sin salir salvo contadas ocasiones y
hoy es domingo.
En la
cocina, preparas con sumo cuidado los rozos de coca de crema y los pequeños cruasanes,
mira por donde tú que prefieres hacer los pasteles en casa, hoy estas feliz de haber
podido salir a buscarlos. Colocas el plato en una bandeja junto a las tazas y
la leche vegetal. Hoy a pesar del fresco matinal desayunaras en el balcón,
sintiendo como la vida se ha detenido en la calle.
El cartel
cuelga del balcón, un gran arco iris de colores acompaña una frase: tot anirá bé. Sabes que es un grito a la
esperanza, es la primera vez que lo ves, pero en tu recorrido hacía la
panadería podrás ver algunos más. No puedes evitar comparar este estallido
multicolor con la guerra de banderas y las diferentes reivindicaciones que
durante meses han ocupado balcones y ventanas en tu pequeña ciudad. En esa
sensación de irrealidad en la que vives prefieres que todos estén unidos por
una misma causa.
Vas mojando
los pequeños cruasanes en tu taza con leche vegetal, a pesar de las
recomendaciones te cuesta tomar las cosas calientes. Abajo, en la piscina,
escuchas el chapoteo del agua. La valiente señora va nadando a pesar del estado
de alarma, nadie dirá nada, lo sabes. Es como si hubiera una especie de pacto
entre todos los vecinos. Hace unos días hablaste con ella y te explicó que
sufre Parkinson y que necesita nadar a diario para no perder movilidad, que no
ha dejado de hacerlo ni en los días más gélidos.
Miras los
ojos de Quima a través de la mascarilla, hace tiempo que os conocéis y te
encanta su simplicidad y su inocencia. Hoy podéis deciros pocas cosas un grupo
de gente espera en la calle respetando escrupulosamente las distancias de
seguridad. Le pides la coca y los cruasanes y no habláis mucho más, un simple
saludo, una sonrisa y te despides diciéndole que se cuide.
Desde la
noche en que rompiendo la norma te escapaste junto a tu compañero hacia el lago
y en el camino te paró un coche de la policía local, sales con miedo. Antes de
salir estudias escrupulosamente todo el recorrido posible con el agravante de
que como este es un barrio nuevo para ti a veces coges la calle equivocada.
Suerte que el camino a la panadería te lo conoces al dedillo, pero aun así vas
intranquila. Durante demasiados días estas escuchando como gran parte de la
responsabilidad de lo que sucede cae de lleno, en aquellos que rompen las
normas. No se pueden romper, aunque hoy sea domingo, aunque necesites saber que
es domingo y que, a pesar de todo, la vida continua fuera de tu piso.
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