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sábado, 10 de octubre de 2020

DIAS DE NIEVE

 Día 24 de octubre, día mundial de lucha contra la polio. Cada día una reflexión...

DIAS DE NIEVE.

Aún hoy, más de cincuenta años después me emociono cuando siento el crepitar de la nieve bajo mis pies. En las escasas ocasiones en las que superando el miedo a la caída la atravieso con pasos temblorosos, no puedo evitar trasladarme a otros inviernos, a otras nieves, a otros días aún más fríos.
Cada año, esperábamos expectantes la primera nevada, si el frio puede ser más grande que en las montañas, es ese frio que se extiende en pos de la nieve en las grandes extensiones que separan pueblo a pueblo nuestra estepa, en los pueblos de la Mancha.
El recuerdo, se mantenía tenue en mi memoria, cubierto por un halo de niebla: los pantalones largos, el jersey espeso, el anorak de paño y mis botas, la derecha recubierta por mi aparato de hierro. No recordaba a Cus, aunque el perro de mi hermano formaba ya parte de nuestra familia. Siempre fue el perro de Víctor, porque él que tendría nueve años escasos se presentó un día en casa con un pequeño cachorro. En unos años en los que un perro valía menos que un trozo de pan, Cus fue el único superviviente de una camada que murió apedreada por un grupo de pequeños salvajes.
Cus, llego con una pata rota y aunque mi madre poco amiga de tener animales en casa se negó a acogerlo, enseguida fue adoptado por mi padrino y por mi abuela Julia quien cada noche lo metía en su cama dentro de una cajita de zapatos. A Cus tuvieron que seccionarle parte de su pata. Condenado a ser un perro cojo en un pueblo en el que se apedreaban perros. Cus nunca olvido quien salvo su vida y defendía con tesón a mi hermano.
Un día, en una de nuestras peleas de niños, yo hice el gesto de pegar a Víctor, el perro se giro enfurecido y me mordió en la cara. Pensé, en una infancia en la que no había mal acto sin castigo, que seguramente el veterinario sacrificaría al perro. Cus solo había marcado sus dientes en mi cara, me había dado un aviso en defensa de la persona a quien más estimaba.
Cus fue castigado y lo mantuvieron separado, recuerdo que me acerqué a él con miedo y que me miro con los ojos bajos. Después supe que paso días triste y sin comer y que incluso enfermó. Ese episodio, el de la mordida me hizo aprender la grandeza del corazón de un perro y de las formas que pueden tener de mostrar un sincero arrepentimiento.
El día que cumplí sesenta años, mis hijos llenaron las paredes de una casa rural con todas las fotografías que lograron juntar, entre ellas estaban las de mi infancia. Ese día, aparecieron ante mis ojos dos fotografías que me llevaron de lleno a esos días de nieve en Membrilla y a Cus. Me di cuenta, de lo pequeño que era Víctor cuando mi hermano surge en mi memoria como un niño grande, sensato y siempre dispuesto a protegerme.
Recuerdo retazos de ese día, de que hicimos un muñeco de nieve y de que le colocamos una zanahoria por nariz. Recuerdo nuestras peleas con bolas y el frio intenso y agradable a la vez. Creo que en Membrilla (como sucede en muchos lugares) ya no nieva casi o por lo menos con la intensidad de aquellos años. Pero yo aún y a pesar de mis limitaciones, no puedo evitar subir a tocar la nieve y a caminar sobre ella en cuanto veo las montañas blancas. Es como retener fragmentos de una infancia en la que no era consciente de la inmensa riqueza vivida por instantes.

3 comentarios:

  1. Buenas noches, que bonita entrada y que recuerdos tan maravillosos, gracias Molí por compartirlo con todos nosotros. Un besazo y una feliz noche y a seguir disfrutando de la nieve.

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  2. He leído todas tus entradas y como acostumbro, me ha impresionado tu maner de afrontar esa terrible enfermedad a la que supiste enfrentarte desde el primer momento.
    Es esperanzador y grato saber, que tuviste una familia que supo acompañarte en todo momento y que te dió las fuerzas necesarias para la superación.
    Y La Mancha, que también ayuda.
    Besos.

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  3. Es lindo leerte, en este relato tan personal, que muestras la sensibilidad de los seres que te acompañan, recuerdos con aprendizajes y sobre todo, que viven en ti con mucho amor.
    Feliz nieve.

    Un abrazo Molí :)

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